Él es el auténtico mediador entre Dios y los hombresJesús es sacerdote, profeta y rey. En el bautismo Jesús es ungido por el Padre como sacerdote que vive en comunión con Dios, como profeta, que conoce e interpreta la historia desde la óptica de Dios y habla en su nombre, y como rey que, en cuanto Hijo de Dios, vive en libertad.
Jesús es sacerdote
Jesucristo puede presentarse ante el Padre y suplicar por sus hermanos los hombres. Es el verdadero, el único, el “Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec” (Hb 5, 10; 6, 20). Es el auténtico “mediador entre Dios y los hombres” (1 Tm 2, 5), como explica el Catecismo (1544-1545).
Jesús es el sacerdote que se ofrece como víctima, es el Hijo de Dios e Hijo de los hombres. El Padre, desde el cielo, mira a su Hijo, el Cordero que quita el pecado del mundo, el Sumo Sacerdote que se compadece de sus hermanos.
Y aunque Jesús nunca se proclamó a sí mismo como sacerdote ni los evangelistas tampoco le dan ese título, su sacerdocio es el tema central de la Carta a los Hebreos. En esta carta, Jesús es presentado como el Gran Sacerdote de la Nueva Alianza.
Es más, es sobre todo en la calidad de sacerdote, como Jesús aparece sentado a la diestra del Padre: “Este es el punto capital de cuanto venimos diciendo, que tenemos un sumo sacerdote tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” (Hb 8,1).
Jesús es profeta
Jesús es profeta pues es la mismísima Palabra de Dios encarnada a los hombres; y Él es consciente de su profetismo cuando dice de Él mismo que nadie es profeta en su propia tierra (Mc 6, 1-6) y más tarde comenta con sus discípulos que no conviene que un profeta muera fuera de Jerusalén (Lc 13, 33).
Hay varios ejemplos en los que vemos que la dignidad profética de Jesús. Veamos algunos.
Tras la multiplicación de los panes escuchamos de labios de la multitud la exclamación: “Este es sin duda el profeta que iba a venir al mundo” (Jn 6, 14).
Y la gente también decía: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros… Y lo que se decía de él, se propagó por toda la Judea y por toda la región circunvecina” (Lc 7, 16-17).
Luego vemos también que la samaritana se impresionó al ver cómo Jesús conoce su vida y dirá igualmente: “Señor, veo que eres un profeta” (Jn 16, 19).
También los dos discípulos que caminan hacia Emmaus dirán al peregrino: ¿Tú eres el único que vive en Jerusalén y no sabes lo que ha pasado aquí estos días? Lo de Jesús Nazareno, que llegó a ser profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo (Lc 24, 18).
Jesús es rey
Jesús es rey o es el ungido (el Cristo o el Mesías). Jesús tenía clara conciencia de ser el Hijo unigénito del Padre, el Mesías esperado, el Salvador del mundo. “Tú lo has dicho, soy rey”, le dice Jesús a Poncio Pilatos (Mt 27,11).
Dios “ha enviado su Palabra a los israelitas dándoles un mensaje de paz por medio de Jesús, el Mesías, que también es el Señor de todos” (Hch 10, 36).
Cristo es Rey y Señor del Universo. Por haber sido obediente hasta la muerte y haberse hecho servidor de todos, fue exaltado por el Padre, que sometió a Él todas las cosas.
Jesús es Rey, aunque su realeza no tiene nada que ver con el concepto de rey que tenemos y vemos en el ámbito humano; bien lo dijo Jesús: “Mi reino no es de este mundo (Jn 18, 36).
Y san Pedro reconoce, por inspiración divina, que Jesús es el mesías aunque inicialmente no había entendido cómo era la realeza de Jesús: “Tú eres el Cristo (el mesías, el rey), el hijo del Dios vivo” (Mt, 16,13).
Jesús es un rey que ha venido a servir y reconocemos su dignidad real cuando le decimos SEÑOR a Jesús.