Filippo y Francesca son un matrimonio que tiene tres hijos, el mayor de 9 años. Opinan que perdonarse siempre es el secreto para que una relación dure, tanto en el matrimonio como con las amistades. Filippo es italiano e ingeniero de construcciones. Tiene 41 años y trabaja en un estudio de arquitectura e ingeniería especializado en grandes proyectos. Él es project manager, y además portero en un equipo de fútbol sala.
Francesca es ingeniero civil. Tiene 43 años y proyecta estructuras en el mismo estudio donde trabaja Filippo. Le encanta la naturaleza y, en concreto, las abejas.
Viven en Roma y tienen 3 niños: Michele, Paolo y Stefano, de 9, 6 y 5 años.
¿Es aún la familia el mejor lugar para transmitir la fe?
En familia, cada acción es un sacrificio para uno y una ayuda para el otro. Cuando estos gestos son guiados por el amor, nace una “sintonía entre los corazones”. Y esto puede ocurrir en cualquier familia, sea creyente o no. En el caso de una familia en la que sólo los padres o sólo uno de los cónyuges creen en Dios, resultan oportunidades para que -quienes no poseen la fe- descubran en esos momentos que hay otra Presencia que forma parte de esa sintonía. El Señor se hace presente en el corazón de los demás cuando está presente en el amor de uno. No son necesarios grandes discursos, sino basta mencionar a Dios como alguien con quien contamos, aunque sea sólo una vez al día (por ejemplo, me parece que mis hijos deben pensar algo así como: “Mamá suele estar cansada y nerviosa a última hora del día, pero cuando reza conmigo junto a la cama es tan dulce y buena como a mi me gustaría que fuese siempre…”).
A veces, esas menciones a Dios provocan un aluvión de preguntas a las cuales no siempre se sabe o se puede responder. Pero no importa, esas cuestiones dejan claro que somos trascendentes, y salidas de la boca de un niño demuestran que la inquietud por conocer a Dios está ahí.
En la libertad de cada uno que debe reinar en toda familia, la fe encuentra el ambiente ideal, ya que se ofrece a cada hijo que viva sostenido por la ayuda de la fe, bien desde pequeño o tras una reflexión de muchos años. La fe es como una semilla que puede brotar cuando se es adulto, tras haber vivido muchas experiencias; un día, quien sabe cuándo, la persona puede recordar esa “sintonía” que reinaba en su casa, y descubrir que el Señor ha estado siempre ahí, esperándole.
¿Qué respuesta se puede dar a la filosofía del “usar y tirar” que está afectando a las relaciones humanas y a la familia?
No hay una respuesta única, una fórmula mágica que resuelva todos los casos. Por desgracia, la visión utilitarista de cualquier relación es fácil que se contagie y al final se sufren las consecuencias: antes o después se descubre que uno no es feliz.
Lo más útil es intentar respetar profundamente al otro, y mostrar respeto por uno mismo en cada pequeño gesto cotidiano. Es algo que puede resultar difícil, porque es fácil olvidarlo. De todas formas, siempre es posible corregir los errores en el momento, cuando nos damos cuenta de haber “usado” a la otra persona, y perdonarle siempre (¡a veces es dificilísimo!), tanto cuando los roces ocurren dentro de la familia como cuando ocurren con amigos o compañeros. El ejemplo en estos grupos -especialmente en el hogar- es muy importante y ayuda mucho.
Existen en todos los países familias en situaciones difíciles, que sufren a causa de un divorcio o una separación. ¿Cómo hacerles comprender que la gracia de Dios actúa también en sus vidas?
Con el respeto y la amistad. No hay otra manera, en nuestra opinión, para tomar parte en la actuación de la gracia de Dios en la vida de otra persona, especialmente en los momentos de dolor. Buscar se claros y sencillos al ofrecer la propia amistad y el propio afecto auténticos. Por ejemplo, crear ocasiones para estar juntos y poder así compartir las preocupaciones o las dudas sobre los hijos.
Artículo originalmente publicado por Opus Dei