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El placer de la familia: Los padres de santa Teresita

Martin couple – es

© Family Martin

Carlos Padilla Esteban - publicado el 03/11/15

Cómo Luis y Celia Martín vivieron el cielo en la tierra

Hace unas semanas el Papa Francisco canonizó a los padres de santa Teresita. Un matrimonio normal, sencillo, que sólo quería hacer lo que Dios quería. Soñaron con el cielo aquí en la tierra.

Decía Luis, su padre, en una ocasión: “Todo lo que veo es espléndido, pero es siempre una belleza terrestre y nuestro corazón no se sacia con nada, hasta que no vea la belleza infinita que está en Dios. Hasta entonces, el placer de la familia es la belleza que más nos une[1].

Este matrimonio vivió una santidad de la vida ordinaria, del día a día. Fueron santos de la vida familiar donde encontraban su amparo y desde donde buscaban el encuentro profundo con Dios.

Vivieron el cielo en la tierra. Y en la tierra soñaron con el cielo. Unieron su fe y su vida. Vivieron su vida en Dios. Y en su vida Dios estaba cada día presente. La meta de sus sueños fue contemplar al final del camino la belleza infinita de Dios.

Consagraron su vida a un amor superior a su amor frágil y humano. Ese ideal resplandecía ante sus ojos en medio de las pruebas. Miraban a Dios al caminar, a veces confundidos, a veces llenos de esperanza.

Dudaron, cayeron, se levantaron. Perdonaron y pidieron perdón. Y sabían que el camino de la santidad pasaba por hacer siempre la voluntad de Dios. Y sabían que lo importante era saberse amados para poder creer.

Celia, la madre de santa Teresita, en el momento más delicado de su enfermedad, tenía claro que hacer la voluntad del Señor era lo más importante y así se lo enseñaba a sus hijas para que confiaran: “Debemos ponernos en disposición de aceptar generosamente la voluntad del Señor, sea la que sea, porque siempre será lo mejor para nosotros[2].

Su confianza en el amor de Dios le daba fuerzas para aceptar los planes de Dios. Fue una santidad cotidiana, vestida de rutina. Una vida de luces y sombras pero siempre llena de esperanza.

Así son las vidas de muchos santos, vidas de héroes anónimos, desconocidos. De una heroicidad que tal vez nunca sea contada como una vida llena de gestas sorprendentes.

[1] Helene Mongin, Santos de lo ordinario, 187

[2] Helene Mongin, Santos de lo ordinario, 165

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