¿Quién podría imaginar que la pareja que asiste a la misa y aparece a la derecha de esta foto, vestidos con unas simples ropas de viaje, arrodillados en los raíles de una vía después de comulgar, con la cabeza inclinada, eran el emperador Carlos y la emperatriz Zita de Habsburgo-Lorena, los últimos soberanos del imperio austrohúngaro?
Su biznieto el archiduque Imre de Habsburgo-Lorena, de 30 años, descifra para Aleteia esta histórica fotografía de sus ilustres antepasados, el beato Carlos y la Sierva de Dios Zita, cuyo proceso de canonización y de beatificación están actualmente en curso en Roma.
Un momento trágico
Fue tomada en octubre de 1921 durante el segundo intento de restauración en Hungría.
En efecto, Carlos, rey legítimo de Hungría, había sido coronado y consagrado rey en 1916 y, para él, esta coronación representaba prácticamente un sacramento.
Dios le había confiado Hungría y Carlos quería honrar su compromiso hasta su término.
La misa a la que asistía la pareja tenía lugar justamente antes de un momento trágico.
El almirante Horthy, en el poder en Hungría, estaba decidido a no dejar a Carlos subir de nuevo al trono, él que sin embargo había jurado fidelidad a mi bisabuelo unos años antes.
Mientras el tren avanzaba hacia Budapest, voluntarios reclutados en el último minuto por Horthy se involucraron en un fusilamiento sin saber que se trataba de su rey.
Los soldados de Carlos respondieron rápidamente, pero cuando supieron que estaba herido, ordenó inmediatamente el alto al fuego.
Poco tiempo después, Carlos y Zita fueron apresados y finalmente embarcados en un barco que debía conducirles al exilio en la isla de Madeira, en Portugal.
Allí, desprovisto de sus bienes y sin dinero para recibir cuidados, el beato Carlos de Austria murió unos meses más tarde, con grandes sufrimientos.
Dios en el centro de la vida de los soberanos
Esta foto dice mucho de la manera como Carlos y Zita vivían su fe. Ambos asistían a misa cada día. Dios era claramente el centro de sus vidas, tanto en las alegrías como en las penas.
Durante el reinado de Carlos (1916-1918, n.d.r.), la pareja vivió momentos muy difíciles.
Desde su ascenso al trono, el emperador no dejó de promover la paz en una Europa que se rasgaba.
Había sido además el único monarca que aceptó la propuesta de paz del papa Benedicto XV.
Pero conoció la traición, a veces incluso de sus mismos familiares, y la humillación de ver el imperio disolverse después de más de 600 años de vínculo entre una familia, los Habsburgo, y sus pueblos.
A pesar de los momentos difíciles y la pobreza en la isla de Madeira, el emperador nunca cultivó el rencor.
A sus hijos les repetía sin parar que tenían que estar agradecidos por lo que tenían y por la generosidad de los habitantes de la isla con ellos.
Mi abuelo (el archiduque Carlos-Luis de Austria (1918-2007), hijo de Carlos y Zita, n.d.r.) nos repetía a menudo que su madre había seguido este impuso, es decir, nunca albergar rencor ni nostalgia.
Para ella, la voluntad de Dios era perfecta, había un plan. Por tanto intentaba acoger cada uno de los episodios de su vida como los frutos de la voluntad divina.
Humildad y servicio
Esta foto ilustra también una cierta humildad. Poco importa su nivel social y su status. Ante Dios, Carlos y Zita tenían conciencia de no ser más que pequeños instrumentos.
El emperador Carlos dirigía un imperio gigantesco que cubría, totalmente o en parte, 12 estados de la actual Unión Europea.
Él siempre vivió esta misión con un gran sentimiento de servicio. En este sentido, el bien de sus pueblos pasaba sistemáticamente antes que el suyo. Esta dimensión de servicio se palpa en esta foto.
Un modelo para las parejas
Su ejemplo está todavía muy presente en nuestra familia. El 3 de octubre de 2004, estuvimos todos presentes en la plaza de San Pedro para la beatificación de Carlos. Su fiesta es el 21 de octubre, día de su matrimonio.
Carlos y Zita son una fuente de inspiración para todas las parejas.
El día de su compromiso, ante el Santísimo Sacramento, se prometieron el uno al otro que se ayudarían a convertirse en santos.
Como padre de familia (ya padres de una hija de 2 años, el archiduque Imre y su mujer Kathleen esperan su segundo hijo, n.d.r.), son un modelo en el día a día para nuestra pareja.
Siguiéndolos a ellos, intentamos poner a Dios en el centro de nuestra vida, especialmente rezando el rosario en familia.
Después, como todo cristiano, intentamos servir al bien común en nuestras actividades de cada día.
A pesar de los grandes desafíos de nuestra sociedad, estamos animados por una gran esperanza en el futuro, que deseamos transmitir a nuestros hijos”.