El trago más amargo, la muerte de su hermano y su cuñada en accidente de tráficoNació y creció en las regiones centrales de México, último de 11 hermanos, “el más pequeñín”, cuenta él mismo a Aleteia. Cuando el cardenal Alberto Suárez Inda tenía un año, sus padres festejaban las bodas de plata, y cuando fue ordenado sacerdote, llegaban a las de oro.
“La familia para mí es un tesoro, porque allí aprendí a amar, a servir, a elegir, a ser libre. Fue para mi la primera escuela de virtudes, y el lugar en que nació mi vocación sacerdotal”. En estas semanas el cardenal estuvo en Roma para participar en el Sínodo de la familia.
“Para mi ahora es la tarea más grande, como obispo: servirla, acompañarla, mirarla siempre con una mirada de afecto, de compasión, también porque muchas familias están sufriendo de verdad en mi diócesis por muchos motivos: emigración, cárcel, homicidios”.
Su diócesis es Morelia, ciudad en el centro de México, en el estado de Michoacán. Una tierra difícil donde está muy extendida la violencia, el tráfico de armas y el de la droga. “Esto provoca mucho sufrimiento en las familias”, que “están siempre un poco atemorizadas por esta situación”.
Sacerdote de periferia, como se diría hoy, el cardenal Suárez Inda conoce bien estas situaciones, que parecen multiplicarse, y esto “me hace sufrir”. Hay una familia que conoce bien: “los chicos se casaron con gran ilusión, y después para esta familia llegó por tres o cuatro veces el divorcio de los hijos. La mamá no dice nada, reza y sufre en silencio al ver a los nietos lejos del papá o la mamá. Las familias ya no están unidas de verdad, son una preocupación, pero es la realidad que tenemos que acompañar”.
En otra familia, con los que el cardenal es casi “de casa”, “el hijo se ordenó sacerdote, le ordené yo. Esta es una gran alegría y motivo de dar gracias al Señor por las familias en que los hijos han aprendido a elegir bien y que permanecen fieles a sus compromisos”.
Entre los hechos que marcaron y templaron la vida del cardenal, está seguramente la experiencia scout. “Cuando tenía 11 años – cuenta -, mis padres, con miedo pero también con confianza, me dieron el permiso de ir al camping por 5/6 días, un poco lejos de casa: sitios bellísimos, lagos, montañas, camping”.
Fue esta “una experiencia decisiva: contemplando la naturaleza, haciendo a la mañana los trabajos, luego la meditación y la Misa, creo que nació mi vocación, viendo al capellán que era un sacerdote buenísimo. La experiencia scout me permitió ir más allá de la casa, encontrar nuevos amigos, pero también con la participación de los míos, que en las fiestas y en los aniversarios eran parte de la vida del grupo scout”.
Una fecha inolvidable es el 8 de julio de 1970. El cardenal Suárez Inda era entonces un sacerdote de 31 años. Ese día “mi hermano y su mujer murieron en un accidente de tráfico. Las tres hijas, que se salvaron, se quedaron con nosotros, con mis padres, y ahora están casadas. Fue un golpe verdaderamente doloroso, sobre todo para mis padres, pero pensamos que fueron llamados por el Señor y que desde el cielo nos protegen. Queda un vacío, pero se vive siempre en la esperanza de volver a encontrarnos”.