Probablemente la mejor película de Penélope Cruzhttps://www.youtube.com/watch?v=JSYc0uxoE4w
Julio Medem vuelve a su mejor filmografía con una película tan personal como las primeras, pero probablemente mucho más universal. Se trata de una película radical, que aborda un tema al que nadie es ajeno: un cáncer mortal llama a la puerta de una mujer, Magda, en la plenitud de su vida y de su maternidad. Una mujer que además arrastra el abandono de su infiel marido y la lacra del desempleo.
De esta tragedia, Medem consigue filmar una fuente de luz, esculpir un monumento a la vida. Es una película en la que se llora, no por un sentimentalismo artificioso, sino por la desnudez real del drama humano. Quizá por ello se habla tanto de Dios en la película. Magda no es creyente, pero sí piensa que existe el alma y que esta no debe morir; Arturo, su segundo marido, herido por la muerte en accidente de su primera esposa y de su niña, es muy religioso y ferviente cristiano, y nunca sucumbe a la desesperación.
Y Dani, el hijo de Magda, recibe un consejo claro de su madre: “Hazte todas las preguntas, escucha lo que yo pienso de Dios, lo que piensa Arturo, lo que piensan los demás… y llega a tu propia conclusión”. Se puede decir que es una película hondamente religiosa, en la que las grandes preguntas atraviesan a los personajes. Se trata de una película vitalista, de un canto a la vida que no parte de una ingenuidad antropológica, sino del reconocimiento de las dimensiones más nobles del ser humano. En ese sentido, la canción Vivir de Nino Bravo que se elige para expresar ese sentimiento, me parece más superficial que la propia película, y una elección discutible.
El trabajo de Penélope Cruz en el papel de Magda es sencillamente descomunal. Ella encarna a la perfección la idea de Medem: una madre coraje llena de amor que vive la vida, y en especial su maternidad, como un motivo de alegría constante. Luis Tosar (Arturo) está como siempre, de una pieza, su sola presencia es ya elocuente.
Menos convincente resulta Asier Etxeandia, no por él, que hace un gran trabajo, si no por su papel, el del ginecólogo Julián. Ese personaje es el menos verosímil e introduce unas interferencias que no benefician a la película; lo mismo ocurre con la subtrama de la niña rusa que quiere adoptar: introduce un elemento metafórico y mágico que distrae la atención sin necesidad. Y por último, la breve presencia de Silvia Abascal como enfermera es angelical: ella encarna la bondad del ser humano en estado puro.
La fotografía de Kiko de la Rica plasma esa luminosidad alegre y reconfortante que Medem ha querido imprimir a este drama, y consigue unos primeros planos que empujan la película hacia arriba. Ma ma no es una película redonda pero es una gran película; un importante hito en la irregular carrera de Medem. Y un monumento del cine a la maternidad.