En la Transfiguración del Señor, Jesús se mostró a tres de los Apóstoles (Pedro, Santiago y Juan) tal como es, en la gloria que le corresponde como Dios. Los tres evangelios sinópticos narran este suceso milagroso. En el Evangelio de San Lucas se describe así:
"Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar.
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante.
Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías,
que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: '¡Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías'. El no sabía lo que decía.
Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor.
Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: 'Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo'.
Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto".
La Transfiguración, fiesta milenaria
Acerca de la celebración de la fiesta de la Transfiguración, la obra de referencia "Vidas de los Santos" de Alan Butler, explica:
"En el Oriente es más pronunciada que en el Occidente la tendencia a conmemorar con fiestas especiales los incidentes narrados en los Evangelios. Por consiguiente, lo más probable es que la fiesta de la Transfiguración sea de origen oriental.
Lo que consta con certeza es que antes del año 1000 se celebraba ya solemnemente esta fiesta en la Iglesia bizantina el 6 de agosto [...]
Algunas Iglesias de Occidente celebraban esporádicamente la Transfiguración en diversas fechas.
El Papa Calixto III la convirtió en fiesta de la Iglesia universal para conmemorar la victoria obtenida sobre los turcos en 1456".
6 de agosto: una victoria que protegía la fe
Efectivamente, la fiesta se instituyó universalmente en memoria de la victoria del ejército cristiano comandado por Juan Hunyadi sobre los turcos en Belgrado el 6 de agosto de 1456.
De ahí que el Papa Calixto mandara levantar iglesias en honor al Salvador del Mundo.
Reflexión de san Juan Pablo II
El Papa san Juan Pablo II, en el año 2000, invitó a vivir esta fiesta litúrgica como una invitación a contemplar el rostro del Hijo de Dios que, en la montaña, se transfigura delante de Pedro, Santiago y Juan, mientras la voz del Padre proclama desde la nube: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo” (Mc 9, 7). San Pedro, recordando con emoción ese acontecimiento, afirmará: “Hemos sido testigos oculares de su grandeza” (2 P 1, 16).
"En la época actual, dominada por la así llamada 'civilización de la imagen' es más fuerte el deseo de contemplar con los propios ojos la figura del Maestro divino, pero conviene recordar sus palabras: 'Dichosos los que crean sin haber visto'" (Jn 20, 29).