A veces no sabemos descansar. Lo hacemos mal y seguimos más cansados. No tenemos nuestras propias fuentes. Nos abruman el cansancio y la tristeza. Y luego la vida nos pasa factura.
Como no descansamos no logramos descansar a otros porque estamos demasiado cansados.
Dijo en una ocasión el papa Francisco a unos sacerdotes:
Con alegría
En el cansancio no nos alegramos con la vida. Surge la queja y el dolor. Necesitamos cultivar la alegría por todo lo que conquistamos.
Lo decía el padre José Kentenich:
Alegría en lo bueno de nuestra vida, en nuestros pequeños éxitos y logros. Alegría creativa. Aprender a reír y a sonreír.
Estar felices con lo que conquistamos, con lo que tenemos, con lo que hemos recibido gratis, con lo que hemos perdido.
Y todo con humildad. Sin caer en la vanidad. Alegrándonos de lo que Dios nos regala.
Alegría por el camino recorrido y alegría por el camino que nos queda por recorrer. Alegría por la vida que llevamos.
Sin pensar tanto en la vida que nos gustaría llevar. Saber que estamos en camino. Poco a poco. Paso a paso.
Agradecer y soñar
Acoger lo que hay y no dejar nunca de soñar con realizar mi camino de santidad. Siempre podemos llegar más alto, dar más. Siempre podemos ir más hondo.
Son los dos pilares de nuestra vida. Agradecer y soñar. Alegrarnos con lo conquistado y mirar más alto, la siguiente cumbre.
Detenernos es retroceder. Lo experimentamos en las cosas más importantes de nuestra vida. Si en el amor no crecemos, decrecemos. Si en nuestra vida religiosa no avanzamos, vamos hacia atrás.
Por eso es tan importante agradecer por el camino hecho. Y mantener la tensión para seguir avanzando.