Si no sabes la diferencia entre intercesión de los santos y la invocación de los muertos, lee esta explicación
Algunos cristianos no católicos no están de acuerdo cuando nosotros, católicos, pedimos a los santos que están en el cielo que intercedan por nosotros aquí en la tierra. Para esas personas, pedir la intercesión de los santos sería la misma cosa que invocar a los muertos, cuya acción es condenada por las Escrituras. Pero ¿será lo mismo?
“…ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos” (Dt 18,11). Este es el pasaje bíblico usado por los no católicos para acusar a los católicos de pedir la intercesión de los santos en el cielo.
Nosotros somos acusados de invocar a los muertos. Esa acusación es sólo un malentendido sobre las enseñanzas de la Iglesia como la oración a los santos y también un malentendido en relación a la interpretación de este pasaje.
En realidad, el texto completo se refiere al ocultismo, este pasaje habla de personas que hacen llamamientos a las fuerzas satánicas en busca de poder, maldición sobre sus enemigos, etc. Nosotros católicos ciertamente no invocamos a los muertos, no buscamos hacer que los santos se nos aparezcan, no interrogamos a los espíritus, no usamos servicios como la brujería, hechicería, adivinación, etc.
Orar a los santos no tiene ninguna relación con el contexto de este pasaje. Este pasaje se refiere al ocultismo, en ningún lugar de este texto se habla de que no podemos pedir la intercesión de los santos en el cielo –miembros del cuerpo de Cristo– por nosotros aquí en la tierra.
No obstante, algunos aún dirán que pedir la intercesión de los santos es lo mismo que invocar a los muertos. ¿Será?
¿Dónde está la morada de los muertos? ¿En el cielo? Jesús dice en la Escrituras:
“Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído aquellas palabras de Dios cuando os dice: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mt 22, 31-32).
Dios no es el Dios de los muertos, sino de los vivos. Los santos, las personas buenas están vivas. Ellos murieron físicamente sí, pero ¿cuál es el sentido real de la muerte? ¿La muerte temporal del cuerpo aquí en la tierra, o la muerte eterna de una alma que se separa del amor de Dios? Aquellas personas que murieron en amistad con Cristo están en verdad más vivas que lo que lo estamos nosotros aquí en la tierra.
Y si la invocación de los muertos se refiere a los santos que están en el cielo, ¿no habría entonces Dios, roto su mandamiento en la transfiguración?
“Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él” (Mt 17, 1-3).
Moisés y Elías aparecieron y hablaron con Jesús, ¿habría roto Jesús su propio mandamiento por evocar a los muertos? Eso es mucho más que pedir la intercesión de un santo, en este pasaje Moisés y Elías están frente a frente no sólo con Jesús, sino también con los que lo acompañaban.
¿Jesús habría roto su propio mandamiento? ¡No! Porque el Señor es el Dios de los vivos y no de los muertos, Moisés y Elías están vivos, al contrario Jesús nos habría dado un mal ejemplo al invocar y hablar con los muertos, pero nosotros sabemos que este no es al caso.
Ese texto del Deuteronomio se refiere entonces a la práctica del ocultismo y no tiene ningún vínculo con lo que los católicos hacen al pedir la intercesión de los santos.
Cuando los católicos pedimos la intercesión de los santos no quiere decir que estamos adorando a los santos, o adorando a María, estamos simplemente pidiendo que intercedan por nosotros, así como hacemos entre nosotros aquí en la tierra.
Nosotros no adoramos a los santos, nosotros no atribuimos a ellos nada que debe ser atribuido solamente a Dios. Como fue dicho al principio, todo no deja de ser un malentendido sobre lo que enseña la Iglesia y sobre la interpretación correcta del texto del Deuteronomio.