Cuando encuentro a uno que no se ama a sí mismo, ¿cómo voy a permitirle que ame al prójimo como a sí mismo? #SanAgustin (Sermón 90,6)
Si me encuentro con una persona masoquista, nunca desearé que me ame como ella misma se ama, porque lo que hará será hacerme sufrir y martirizarme.
Entonces ¿Cristo nos dijo algo que no es cierto? Nada de eso. El problema está en que troceamos su mensaje y reutilizamos lo que nos parece de forma parcial e interesada. Las palabras de Cristo fueron: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, como a nosotros mismos. Si no amamos verdaderamente a Dios sobre todas las cosas, no podremos amarnos correctamente a nosotros mismos.
Decir esto está muy mal visto en este mundo postmodernos, ya que señala la falsedad de una de las premisas de la postmodernidad: “No asumir una postura definitiva. No comprometerse con nada o nadie”. Cristo nos pide que sustentemos el amor en el Amor, que es Dios. No hay nada más lógico y evidente, pero nosotros preferimos olvidarnos del amor a Dios para centrarnos en el maleable e indefinido amor a nosotros mismos. Esta es la gran diferencia entre la solidaridad y la caridad. La caridad parte de negarse a sí mismo para darse al prójimo. Al negarnos a nosotros mismos elegimos a Dios como fuente del Amor que entregamos a los demás. La solidaridad, busca satisfacer la necesidad de colaborar y participar en algo bueno y bien visto. El beneficio del prójimo pasa por darle lo que a nosotros nos gusta darle.
Esta mañana leía un tweet donde una persona decía que la palabra nobleza había perdido su significado y tiene toda la razón. La nobleza conlleva la negación de sí mismo para el servicio a los demás. Ahora, la nobleza es darle a cada cual lo que está mejor visto. Este tweet se refería al referéndum para legalizar el matrimonio homosexual en Irlanda e incidía en que la prensa hablaba del comportamiento noble de quienes dijeron el sí a este pseudo-matrimonio. Sin duda quienes votaron sí lo hicieron por solidaridad e igualitarismo, que pueden ser sentimientos positivos, pero no buenos. ¿Por qué un buen padre no deja que su hijo de 3 años se beba un vaso de whisky? Seguro que si el padre lo bebe, podría sentir solidaridad e igualitarismo por su hijo. ¿Por qué no dar a su hijo lo que él mismo se da a sí mismo?
Lo primero es que el padre sabe que tomar whisky no es bueno para nadie. Después sabe que la bebida le hace un daño que no quiere para su hijo, que no tiene capacidad de comprender que consecuencias tienen sus deseos. Un buen padre, noble y caritativo, dejaría de tomar whisky para que su hijo no viera su ejemplo. Sabe negarse a sí mismo, para conseguir un bien superior a las apariencias de bienestar con las que nos engañamos.
Este es el gran desafío del amor al prójimo: amar primero a Dios sobre todas las cosas y después negar nuestras querencias por el bien propio y el de los demás. ¿Cómo decir esto en una sociedad postmoderna sin que nos echen a patadas?