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La melancolía y la tristeza son cadenas.

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Nestor Mora - publicado el 19/05/15
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El Papa Francisco nos ha indicado muchas veces que un cristiano triste no es un buen cristiano. Un cristiano triste es una persona con problemas que necesita de nuestro apoyo y comprensión. Es una persona a la que la vida le está pasando facturas que no comprende y por eso se cierra en sí mismo, oculta las heridas.

La base de la tristeza es la melancolía. Uno se siente melancólico cuando quisiera vivir otra vida o vivir de otra forma y desespera porque no es así. La melancolía es la tristeza que agarrota, cierra y destroza nuestro interior. Es la tristeza que nos para en seco y nos hace enfrentarnos a los demás.

No demos entrada a la tristeza los que ahora vivimos y, si es posible, transmitamos a los que han de venir la absoluta seguridad en estas palabras: “Yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos” ‪#‎SanAgustin (Tratado sobre el Evangelio de San Juan 44,6)

La tristeza se combate con esperanza y la esperanza proviene de la confianza en Dios. La confianza en Dios proviene de abrir nuestro corazón para que la Gracia de Dios actúe.

El primer paso para la desesperanza y la melancolía es pensar y actuar como si Dios no nos hiciera falta. Pensar que no le interesamos a Dios ¿Cómo no va a necesitar la mano del artista, la herramienta que le permite trabajar? Sin la mano del Artista, la herramienta queda en un rincón oxidándose y llenándose de polvo. Sin la mano del Artista, la herramienta no tiene sentido. Sin sentido, todo es adversidad y desesperanza.

Pero el Artista no nos olvida, nos ama y espera a que le dejemos actuar en nosotros: “Yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Limpiarnos, afilarnos, sacarnos brillo, todo esto con el objetivo de utilizarnos para estar presente en el mundo en que vivimos. El escultor se hace presente en el mundo de la piedra, a través de la obra que realiza con cincel y martillo. De la misma forma, Dios se hace presente en el mundo a través de nosotros, siempre que nosotros le dejemos transparentarse.

Esta esperanza viene de aceptar que tenemos sentido y que la vida, por muchas adversidades que contenga, es la piedra donde Dios gracias a nosotros. Los golpes del cincel desgastan las herramientas, pero Dios sabe limpiarlas y repararlas siempre que estemos dispuestos. Ese es el gran desafío del ser humano del siglo XXI, reencontrarse con la cercanía y el amor de Dios

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