Cada una es única por un motivo distinto
“Cuando comparezca ante vuestro Hijo, recordadle -os lo ruego- que me habéis visto arrodillado, junto a Bernadette, en la gruta donde Vos sonreíais”: esta frase es de Jean-Baptiste Estrade, recaudador de impuestos en Lourdes cuando tuvieron lugar las apariciones.
Estrade asistió al primer interrogatorio a santa Bernardita y estuvo junto a ella en una de las ocasiones en las que vio a la Señora, apreciando la transformación de su rostro y convirtiéndose desde ese momento en uno de los grandes testigos, documentalistas y apóstoles de lo sucedido en la cueva de Massabielle.
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Al sentirse morir, en 1909, tras medio siglo difundiendo por todo el mundo el mensaje de Lourdes, Estrade se dirigió así a la Madre de Dios:
“Mis cabellos han encanecido y estoy próximo a la muerte. No soy capaz de mirar atrás, a mis pecados, tengo necesidad de refugiarme bajo vuestro manto de misericordia. Cuando comparezca ante vuestro Hijo, recordadle -os lo ruego- que me habéis visto arrodillado, junto a Bernadette, en la gruta donde Vos sonreíais“.
Esta historia la recordaba el presidente de Radio María España José Manuel Díez Quintanilla en conferencia que pronunció en Madrid sobre la Historia de las apariciones de la Virgen María.
Apariciones auténticas
La conferencia versaba sobre 11 apariciones marianas que reúnen 4 requisitos básicos: reconocimiento del obispo diocesano, autorización del culto en el lugar de las apariciones, visita papal y liturgia propia.
Díez Quintanilla recordó asimismo que los criterios básicos de la Iglesia a la hora de discernir las auténticas apariciones constituyen un puñado de “reglas de oro”:
“Los mensajes no pueden contradecir la Revelación pública, lo que se oficializa no son los mensajes sino el culto, la finalidad principal de la aparición es la santificación del vidente y lo que se examina a fondo son su contenido y sus frutos“.
Otros tiempos…
Añadió que los fieles laicos deben aplicar también estas 4 reglas antes de que la Iglesia se pronuncie, lo cual puede dilatarse durante años. Citó el caso extremo de las apariciones de Laus (Francia), que tuvieron lugar en 1664 y no fueron reconocidas hasta 2008.
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Pero incluso respecto a las apariciones aceptadas por la jerarquía eclesiástica permanece la libertad del fiel, como explicó el conferenciante:
“Se puede ser perfectamente cristiano sin creer en ellas. Algo muy distinto a la Revelación pública, sin creer en la cual no se puede ser cristiano. Las revelaciones privadas no son de fe, son, eso sí, un camino para nuestra salvación, una ayuda para llevarnos al cielo“.
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Y, repasando las dificultades que tuvieron inicialmente desde el indio Juan Diego a los pastorcillos de Fátima o la misma Bernadette, invitó a rezar “por las personas que tienen que enfrentarse al discernimiento de estos casos”.
En particular los obispos del lugar, que son quienes toman la primera decisión vinculante, una de estas tres: “Consta la sobrenaturalidad, no consta la sobrenaturalidad, consta la no sobrenaturalidad”.
Por ejemplo, el obispo de Leiria, José Alves Correia da Silva, llegó a espiar a Lucía y a su madre, y sólo cuando las vio llorar, lamentando los problemas personales que la aparición les había supuesto (como renunciar a su terreno más fértil, la Cova de Iria, tomada ya por los peregrinos) y alegrándose sin embargo del bien que harían a las almas los mensajes de la Virgen, sólo entonces se convenció de que se trataba de una intervención celestial.
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Once apariciones, once excepcionalidades
A continuación Díez Quintanilla hizo un breve repaso histórico para dar a conocer las 11 apariciones que responden a los criterios señalados, y que además están estrictamente vinculadas a un lugar.
Eso explica el largo salto entre la primera (40 dC) y la segunda (1531): no es que entre ambas la Virgen nunca se haya aparecido a nadie, pero no se da la relación intrínseca vidente-lugar-mensaje que se da en esas once.
Citó, por ejemplo, las que recibieron san Simón Stock o santo Domingo Guzmán, que pervivieron en su mensaje (el escapulario y el rosario, respectivamente), siendo casi irrelevante el lugar.
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De la exposición de estos once hechos se desprende que cada uno de ellos destaca por una circunstancia excepcional o única.
1. El Pilar de Zaragoza (40 dC). No se trata sólo de una aparición, sino de una bilocación, pues la Santísima Virgen vivía cuando animó a Santiago Apóstol a la evangelización de España.
2. Guadalupe (1531). Existe una constancia física de la aparición: la tilma en la que se plasmó la imagen de María. Díez Quintanilla recordó las peculiaridades de esa tela, que no está pintada (“el color, por así decirlo, flota sobre ella”), y evocó lo que le habían transmitido algunos testigos sobre la “experiencia inolvidable” que supone verla de cerca en el camarín.
3. La Milagrosa (1830). La vidente, Santa Catalina Labouré, tocó a la Virgen, apoyándose en sus rodillas. Cuando se desenterró su cuerpo sólo estaban incorruptos sus ojos (que habían visto a la Madre de Dios) y sus manos (que la habían tocado).
4. La Salette (1846). Aunque la aparición está aprobada, no se aprobó el llamado “secreto”, revelado por uno de los dos videntes en 1858 y de carácter apocalíptico.
5. Lourdes (1858). La vidente, Bernadette, sufrió una auténtica persecución política, con maltrato policial incluido, que se sumó al dolor por la inicial incredulidad de su párroco.
6. Pontmain (1870). La aparición es colectiva desde el primer momento. Tuvo lugar una única vez, durante tres horas, ante el vidente y una cincuentena de personas, y la oración surtió fruto enseguida, al abandonar la zona el ejército prusiano a los pocos días.
7. Pellevoisin (1876). La vidente fue curada. Estaba gravemente enferma y la Virgen obró la sanación, que fue declarada milagrosa en 1983.
8. Knock (1879). Es el gran santuario mariano de Irlanda, hubo quince videntes y se multiplicaron las curaciones, pero… no hay mensaje. La visión no consistió en palabras, sino en gestos de meditación de las Sagradas Escrituras, reconciliación con Dios y bendición de los enfermos.
9. Fátima (1917). La Virgen anunció a dos de los videntes, los hermanos Francisco y Jacinta, primos de Lucía, su prematura muerte. Él murió en 1919 a punto de cumplir once años, y ella en 1920 a punto de cumplir los diez.
10. Beauraing, Bélgica (1932). Fue la primera vez que los videntes, cinco niños, fueron sometidos a estudios fisiológicos y psicológicos en el momento mismo de la visión.
11. Banneux, Bélgica (1933). Destaca por la irreligiosidad de la familia de la vidente, Mariette Beco, quien a diferencia de otros protagonistas de apariciones creció en un entorno muy secularizado. Su padre, sin embargo, se convirtió cuando comprendió la sobrenaturalidad de lo que estaba viviendo su hija.
Las circunstancias en las cuales la Virgen María se ha aparecido son muy distintas. Lo que siempre es idéntico de una a otra es la finalidad, sentenció Díez Quintanilla: “Ayudarnos a llegar al cielo para que podamos contemplarla un día cara a cara”.
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Artículo originalmente publicado por Religión en Libertad