¿Cómo que más ligero de espíritu? Si hemos vivido la Cuaresma y la Semana Santa con un mínimo de coherencia nos sentiremos con el alma más predispuesta a vivir andar en el día a día. Lo cotidiano cobra sentido mientras caminamos hacia Pentecostés, ya que la Gracia de Señor nos ha dado fuerzas para seguir adelante.
Nuestra pascua es Cristo inmolado, y ninguna cosa nos enseña más eficazmente la inmolación de Cristo, que aquello que Él dice a grandes voces como llamando a los que ve abrumados en Egipto bajo Faraón: “Venid a Mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y Yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (San Agustín, Sobre la doctrina cristiana, XLI, 62)
Todos nos sentimos aprisionados por el Faraón, por el César, por la sociedad y quienes nos gobiernan. La vida conlleva cargas que podemos llevar con gozo y otras que transportamos por obligación. Todos sabemos la gran cantidad de cosas insustanciales que hacemos a lo largo del año.
Todos nos sentimos aprisionados por el Faraón, por el César, por la sociedad y quienes nos gobiernan. La vida conlleva cargas que podemos llevar con gozo y otras que transportamos por obligación. Todos sabemos la gran cantidad de cosas insustanciales que hacemos a lo largo del año.
Ahora llegamos con el corazón humilde, ya que hemos visto que Cristo ha resucitado y ha vencido a la muerte. Ahora andamos con el yugo suave y la carga ligera, porque sabemos que todo lo que hacemos sólo tiene sentido si es para mayor gloria de Dios.
Encontramos nuestras almas descansadas y nuestro ánimo predispuesto a seguir adelante con brío. Nuestra Pascua es Cristo redentor del mundo. ¡Feliz Pascua!