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Los padres de familia, antes que nadie, son los verdaderos protagonistas de la educación espiritual de sus hijos; y es la Semana Santa una ocasión especial para transmitirles los propósitos de este tiempo de acuerdo a su nivel de comprensión. Las siguientes son pautas a seguir dependiendo de la edad de los hijos.
Desde que nace el niño, debe sentir a Dios en la vida de sus padres. En esta etapa, la vivencia religiosa se debe transmitir dentro de la máxima claridad y con actos concretos en un clima de intensa afectividad. Conviene por lo tanto, que el niño vea desde su cuna o cama una imagen del Niño Jesús y de la Virgen.
Más importante que enseñar oraciones, es desarrollar en los niños la capacidad de diálogo sencillo y espontáneo con Dios. Hay momentos del día que se convierten en ocasiones especiales para este diálogo, como es por ejemplo en la noche cuando acompañamos a los pequeños a la cama o al despertarse, igualmente durante las cenas en las que damos gracias por los alimentos y demás aspectos que cada quien considere.
Esta es la etapa en que el niño comienza a comprender el valor de la Santa Misa y por lo tanto es bueno llevarlo, cuando sea posible, a misas especiales para chicos. Esto les ayudará a tomar la Eucaristía no como un compromiso obligado, sino como un diálogo con Dios a través de esta ceremonia.
Esta es la llamada “Edad de Oro” y es el momento en el que los padres pueden ganar en buena parte la batalla de la adolescencia. Es la edad del razonamiento y por lo tanto conviene tener en cuenta lo siguiente:
- Elegir un buen colegio
- Continuar con el ejemplo
- Consolidar su formación religiosa
- Prepararlos para la Primera Comunión
- Ayudarles a formar su conciencia
- Continuar con las virtudes humanas y sociales
En esta etapa los consejos son una continuación de la etapa anterior, pero con una clara orientación a preparar para la edad de la crisis: la adolescencia. Por esto conviene cuidar, entre otras cosas, las siguientes:
- Dar criterios claros y asegurarse que se han entendido bien.
- Ayudarle a intensificar la vivencia de las virtudes, especialmente la caridad, la sinceridad, la laboriosidad y la reciedumbre.
- Darle una información sexual adecuada a su edad y a las circunstancias del ambiente en que se mueve.
- Ayudarle a usar su libertad responsablemente.
- Resaltar la necesidad y el valor de ayudar a los demás.
- Enseñarles a descubrir el valor de una buena amistad.
- Mantener con los hijos un clima de confianza y alegría.
En esta etapa puede darse un poco de rebeldía y hasta pueden negarse a asistir a las celebraciones religiosas. En este caso los padres deben transmitirles a los hijos la enseñanza de Dios de forma positiva, presentar a Jesús como su amigo, su compañía, su protector. Para ampliar más esta etapa leer el artículo "Qué hacer cuando los hijos se alejan de Dios".
Fuente: “Urgencias de la Catequesis Familiar” de Pedro de la Herrán y Fernando Corominas.
Artículo originalmente publicado por lafamilia.info