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El Nazareno de San Pablo de Caracas: una centenaria tradición suramericana

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Daniel Esparza - publicado el 23/03/15
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Una talla sevillana, atribuida al escultor barroco cordobés Felipe de Ribas, es la devoción más querida de los caraqueños

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Miles de venezolanos de todas partes del país asisten año tras año, cada Miércoles Santo, a la basílica decimonónica de Santa Teresa y Santa Ana, en la que reposa la imagen del Nazareno de San Pablo: una talla en madera de Flandes atribuida al escultor andaluz Felipe de Ribas, que habría llegado a la capital venezolana a inicios del siglo XVI.


Días antes de la procesión del Miércoles Santo, la imagen es adornada con cinco mil orquídeas, la flor nacional venezolana.


 

Una de las historias anexas a la tradición de esta imagen cuenta que, habiendo el escultor terminado su obra, tuvo una visión en la que Jesús se le habría aparecido, preguntándole “¿dónde me has visto, que tan perfecto me has hecho?”.

A su llegada a Caracas, la imagen fue llevada a la Capilla de San Pablo, de la que eventualmente recibió su nombre, y que fue derribada 1880 durante el gobierno de Antonio Guzmán Blanco, quien edificó en su lugar el Teatro Nacional.

Pocos años después del arribo de la imagen a la ciudad, en 1597 según algunos registros (otros dirían que el hecho data de mediados del siglo XVII), una peste azotó la ciudad (algunos archivos dicen que se trataba de “vómito negro”, otros que de escorbuto, y algunos simplemente de viruela), por lo que la imagen, que ya gozaba de una sitial de honor en la devoción popular, fue sacada en rogativa. Durante la procesión, la imagen se enredó en un limonero y un racimo de limones quedó pendiendo de la corona de espinas del Nazareno, mientras que otros cayeron al suelo.

Los devotos recogieron los frutos, y los dieron como medicina a los enfermos, quienes sanaron al poco tiempo.

La imagen, consagrada el 4 de julio de 1674 por Fray González de Acuña, fue trasladada a la Basílica de Santa Teresa y Santa Ana, también construida bajo el mandato de Antonio Guzmán Blanco.

Desde entonces, los fieles asisten todos los miércoles santos a la procesión –de unas tres o cuatro horas de duración- vestidos con una túnica de color violeta, a modo de tributo al Nazareno. Días antes de la procesión del Miércoles Santo, la imagen es adornada con cinco mil orquídeas, la flor nacional venezolana.

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