Rezar el viacrucis es muy fácil y sólo nos ocupa unos cuantos minutos; sin embargo, pocas personas saben rezarlo, por lo que aquí te ofrecemos un esquema básico para hacerlo.
Oración inicial
Señor, concédeme compartir contigo el camino de la Cruz,
penetrar en tus pensamientos y sentimientos:
¿Qué pensabas, qué sentías cuando cargabas la Cruz por la humanidad, por mí?
No sé si llegue a comprender lo que significó para Ti esta vía dolorosa.
Sin embargo, desde mi pequeñez
me atrevo a caminar contigo estas estaciones,
dejándome impresionar por la contemplación de tu misterio,
buscando tu mirada de dolor, de agonía, de muerte, de paz.
Jaculatoria antes y después de cada estación
Antes de cada estación:
“Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador”.
Después de cada estación:
“¡Por tu Cruz y Resurrección nos redimiste, salvador del mundo sálvanos!”.
I Estación. Jesús es juzgado, acusado falsamente, calumniado, abandonado por los suyos e injustamente condenado a muerte.
Guardaste silencio. ¡Oh Jesús silencioso, enséñame a callar, y a guardar silencio incluso en el sufrimiento!
II Estación. Jesús es cargado con la Cruz. Con gran amor la abraza. En ella expiará nuestros pecados. Piensa en nosotros y camina hacia el Calvario.
Jesús enséñame a comprender tus palabras: “Si alguno quiere venir en pos de mí, QUE TOME SU CRUZ.”
III Estación. Jesús no puede más; las fuerzas se le terminan y cae.
Jesús dame fuerzas para no quedarme nunca caído. Anima mis desalientos.
IV Estación. Jesús encuentra a su Madre. El dolor de ver sufrir a su madre le abre nuevas zonas de dolor en su corazón. Sin embargo, al mismo tiempo, toparse con una mirada amorosa es un consuelo.
María, que venciendo todo respeto humano fuiste capaz de consolar a tu Hijo en el camino del Calvario, que pueda experimentar tu mirada en mis dificultades y aflicciones.
V Estación. Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la Cruz.
Jesús, así como Simón te ayudó a cargar la Cruz; ayúdame tú en mis flaquezas y debilidades.
VI Estación. El rostro desfigurado de Jesús, conmueve el corazón de una mujer y con un lienzo lo enjuga cuidadosamente.
Jesús, graba en mi corazón tu imagen y que siempre la tenga presente.
VII Estación. Jesús, bajo el peso de la Cruz, cae por segunda vez.
Jesús, ¡que no te cansen mis constantes recaídas!
VIII Estación. El Señor no acepta la vana compasión de las hijas de Jerusalén.
Jesús, haz que aprenda que llevar tu Cruz vale mucho más que todos los honores de la tierra.
IX Estación. Jesús cae por tercera vez.
Jesús, que no pierda la esperanza cuando experimento que tu Cruz implica no parecer valiente y esforzado en el sufrimiento y ser por esto más despreciado.
X Estación. El Señor es despojado de sus vestiduras.
Jesús, despojado de todo, por mi amor. Haz que me desprenda, por tu amor, de todas las creaturas para que Tú seas mi único tesoro.
XI Estación. El Señor es clavado en la Cruz.
Jesús, que te dejaste clavar en la Cruz sin quejarte, concédeme nunca quejarme por cosas inútiles de nada, ni de nadie, ni interiormente.
XII Estación. El Señor muere en la Cruz.
Jesús, concédeme aceptar de todo corazón el tipo de muerte que hayas pensado para mí, y aceptarla con todas sus angustias, penas y dolores. Concédeme en esos momentos unirme a tu muerte y ofrecer la mía como consumación de mi camino hacia Ti, aquí en la tierra.
XIII Estación. Bajan el cuerpo inerte de Jesús y lo recibe María en sus brazos.
Jesús, que pueda estar en los brazos de María en los momentos más difíciles de mi vida y experimentar la protección maternal de tu santa Madre.
XIV Estación. Depositan a Jesús en el sepulcro y María se queda con Juan.
Madre mía que, así como Juan te hizo compañía como un hijo, yo pueda estar siempre en tu compañía con los mismos sentimientos que estuvo contigo el discípulo amado de Jesús.
(Opcional: XV Estación. Jesús resucita)
Señor, que tu resurrección sea el motor de vida, la energía de mis pensamientos y acciones).
Oración final
Señor, que la meditación de tus dolores y sufrimientos doblegue mi soberbia, ablande mi corazón y lo disponga a recibir tu inagotable amor y perdón.
Que consciente de mis caídas y defectos, en medio de mis penas y de mis trabajos,
te busque siempre y que, contemplando tu corazón abierto y herido por mí,
pueda lanzarme como una gotita de agua en él
y me pierda para siempre en la inmensidad infinita de tu misericordia.
Amén.
Artículo originalmente publicado por Desde la fe