Desde el minuto cero, la posición de Francisco frente a la muerte del fiscal Alberto Nisman desvela al periodismo.
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No hay voz del espacio público argentino que no se haya expresado sobre la misteriosa muerte del fiscal Alberto Nisman, hallado muerto en su apartamento días después de denunciar a la presidenta Cristina Kirchner por encubrimiento del atentado contra la AMIA. Pero la opinión que desvela al periodismo, y aún no ha llegado, es la del Papa Francisco.
Según publicó el fin de semana el periódico Perfil, a Francisco le acercaron una copia del fallo del Juez Daniel Rafecas, que inicialmente desestimó la denuncia presentada por Nisman contra la presidenta Cristina Kirchner. El fallo, que ya fue apelado y está a la espera de resolución por la Cámara Federal, detuvo por el momento las medidas de prueba para proseguir en la investigación sobre la mandataria y algunos de sus colaboradores.
Según este mismo periódico, Francisco mantiene charlas e intercambios por correo sobre la situación con allegados de confianza en el país. Incluso, según aseguró la revista Noticias semanas atrás, semanario riguroso en la presentación de información, se habría comunicado con el presidente de la Corte Suprema para conversar sobre el tema.
Fuentes argentinas, probablemente con intereses opuestos, hacen llegar información a Francisco. Pero no son los únicos. La líder de la resistencia iraní, Maryan Rajavi, hizo llegar al Papa un mensaje en el que expresa que Nisman estaban convencido de que el atentado contra la mutual judía que él investigaba fue “perpetrado por los líderes del régimen antihumano que gobierna a Irán”. Rajavi le pidió a Francisco que intervenga: “solo podemos pensar en Su Santidad y su intervención para evitar que se sacrifique la justicia y verdad”.
En el medio de un año electoral, y con un Papa dueño de una reputación inédita en la Argentina, cualquier signo de cercanía hacia una hipótesis u otra sería leído en clave política. Consciente de esto, sus colaboradores se han cuidado de que trascienda poco y nada sobre cómo el Papa evalúa los graves acontecimientos que ocurren en su país de origen.
Pese a la presión pública y periodística, el Papa Francisco no tiene por qué expresarse sobre la situación argentina. Pese a que es argentino, su grey ahora es el mundo entero, expresó a este periodista un amigo de él que le visitó recientemente. Si es que no puede, por ejemplo, enviar un mensaje a cada peregrinación mariana que haya en la Argentina, ¿por qué va a estar expresando su preocupación sobre un caso en el que lo único que se sabe es que aún no se sabe nada? La prudencia sobre el caso ha hecho que la oficina de prensa de la Santa Sede, ante las consultas, remita al episcopado argentino, que manifestó su perplejidad pero a la vez su confianza en las instituciones de la República para “superar las sombras que dañan la salud de la democracia”.
A 50 días del fallecimiento de Nisman, la fiscal que investiga la muerte, según declara, aún no sabe si se trató de un suicidio, inducido o no, o un homicidio. Según los expertos contratados por la querella, de alta reputación, se trató de un asesinato. Una vez conciliadas las posturas y las pruebas la fiscal emitirá su opinión. La certeza es que, homicidio o suicidio, habrá quienes pongan en duda la visión final de la fiscal. La Argentina está muy dividida tanto sobre la investigación de Nisman y su acusación al gobierno, como por su muerte. La voz de Francisco expresando preocupación podrá generar algo de consuelo, pero no podrá aportar a develar ninguno de los misterios. Su oración, para cuya confirmación no se requieren fuentes, ya vale y mucho.