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¿Por qué de buenos padres salen hijos difíciles?

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Henry Vargas Holguín - publicado el 02/03/15
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Factores que favorecen la rebeldía y posibles solucionesEl que peque es quien morirá; el hijo no cargará con la culpa de su padre, ni el padre con la culpa de su hijo: al justo se le imputará su justicia y al malvado su maldad” (Ezequiel 18:20).

Hay un refrán que dice: “de tal palo tal astilla”; pero hay otro que dice: “Toda regla tiene sus excepciones”. Normalmente de buenos padres, de padres bien formados y educados, salen hijos buenos y bien formados y educados; pero lastimosamente esta regla se rompe en muchos casos pues este tipo de padres tiene que lidiar con un hijo difícil o con unos hijos rebeldes, que a la larga podrían ser unos desadaptados sociales.

¿Cómo explicar los hijos conflictivos?

A grandes rasgos resaltemos algunas causas:

1.- Un factor es que los padres de familia, aunque sean buenas personas, personas correctas y de bien, resulten ser -sin proponérselo- pésimos educadores o formadores. 

Es muy difícil trasmitir valores, virtudes y códigos y a veces el buen ejemplo no basta. Ser padre es algo que se suele aprender por el método ensayo-error y lamentablemente no hay una carrera universitaria en la que se aprenda a criar y educar a los hijos; el educar correctamente es fruto de la experiencia.

El problema es que mientras se aprende a educar se improvise y alguno de los hijos asuma mal esta realidad paternal reaccionando de la peor de las formas.

2.- Los niños que manifiestan comportamientos difíciles son fácilmente reconocibles desde que nacen. De bebés, son de los que se despiertan muchas veces durante las noches entre llantos.

Algo que también suele identificarles es que no tienen término medio. Van de un extremo al otro: sus alegrías son desbordantes y de un momento a otro se enfadan, y son incapaces de controlar su ira y su rabia.

El hijo rebelde es uno que tiene una personalidad naturalmente voluntariosa: nació con ella, y todo lo que hace reflejará este hecho. El hijo rebelde se caracteriza por una inclinación a probar los límites, un prevaleciente deseo de controlar, y una deliberada resistencia a la autoridad.

Los padres no deben vacilar cuando de ejercer la autoridad se trata; pero la autoridad bien entendida, pues este tipo de hijos puede oler la autoridad vacilante a kilómetros de distancia y saltará ante la oportunidad de llenar el vacío de liderazgo y tomará el control.

3.- Cada hijo ocupa un lugar diferente en la realidad familiar y mantiene relaciones distintas con cada miembro. No es lo mismo ser el primer hijo que el segundo o el tercero porque las circunstancias de una familia son cambiantes.

Generalmente el hijo difícil es el hijo más sensible, crítico, con espíritu inconformista y gran sentido de justicia ya que se niega a callar cuando de atacar las incoherencias de su familia se trata. Tiende a mostrarse más vulnerable o más rebelde que los demás hermanos.

4.- La rebeldía también empieza a echar raíces desde que los niños son muy pequeños, cuando los padres y abuelos cometen el error de ‘celebrarles’ actitudes, gestos o palabras equivocadas
, provocando que el niño piense que está haciendo lo correcto.

Y a medida que pasa el tiempo, el cambio de comportamiento se hace cada vez más difícil pues no sólo se está consolidando una manera de ser que el niño se resiste a dejar sino que también muchas veces la corrección es la inadecuada, muchas veces brusca, generando inconformidad y malas reacciones que degenerarán en otras.

5.- En otros casos, aun cuando los padres ofrecen la misma educación y posibilidades a todos los hijos, son las preferencias de los padres, a veces inconscientes, hacia uno de los hijos el detonante de la rebeldía en alguno de los otros hijos generando celos, inconformidad o agresividad.

Y entre más pase el tiempo, si no se aclaran las cosas, más se va marcando la situación pues este hijo se creerá cada vez menos aceptado o querido y al justificar su mala reacción se genera un círculo vicioso.

6.- En ocasiones puede que no haya preferencias por parte de los padres, pero un hijo puede malinterpretar ciertas situaciones en contra suya, generando malas reacciones que forman el mismo circulo vicioso antes mencionado.

7.- Otra de las posibles explicaciones está en que los padres no saben manejar los primeros caprichos infantiles y comienzan a darles gusto en todo y siempre. Y el niño, si no es corregido y no asume bien la educación que recibe, crecerá resentido.

El permitir que un hijo cuando está en la niñez o en la adolescencia se salga siempre con la suya es el peor error que puede cometer un padre de familia.

8.- Hay padres que sólo se fijan en lo que sus hijos hacen mal. Se pasan el día recriminándoles cosas, llamándoles la atención de lo malos que son, o de los errores que cometen.

Es un riesgo: al final tendremos niños con baja autoestima  que además, sienten rabia hacia sus padres porque siempre los castigan.

9.- Otro de los factores está incluso en los propios hermanos o los niños del barrio o de colegio que echan en cara algunos defectos físicos o de otro tipo; y se van encasillando poco a poco las personas influyendo muy negativamente en el comportamiento y más si el niño o joven es muy susceptible.

Los amigos también son parte importante en el comportamiento del niño, así que si los padres sospechan que esa conducta rebelde de su hijo tiene que ver con el tipo de amistades que frecuenta, lo ideal es que traten de conocerlos y acercarse a ellos antes de emitir un juicio.

Si se considera realmente la mala influencia de una amistad no hay que prohibírsela, sino comunicarle que ese amigo no le conviene y que, si sigue con esa amistad, la gente pensará que son iguales.

10.- En otros casos, y en la mayoría de veces, el hijo rebelde es el hijo intermedio a quien ni se le otorgan las responsabilidades del mayor -a quien los padres ponen de ejemplo, de custodio o de responsable de sus hermanos- ni recibe toda la atención del más pequeño, a quien se le consiente más que a todos.

El hijo intermedio ve que la situación no está muy a su favor, piensa que es menos y va creciendo con resentimiento; incluso se llega al extremo de no considerarse hijo o miembro de la familia.

11.- Muchos padres consideran que la mejor forma de educar a sus hijos es imponiendo reglas sumamente estrictas al estilo militar, pero esto es errado. Los padres estrictos que educan a sus hijos con mano dura y no les permiten expresarse, están criando a niños retraídos y miedosos o niños irrespetuosos y rebeldes con posibles tendencias a conductas delictivas.

12.- En otros muchos casos los hijos difíciles son el reflejo de ciertas anomalías familiares; es decir estos hijos son como la punta del iceberg pues hacen visible problemas latentes y reprimidos en la familia.

En este caso la situación es difícil pues este hijo actúa como chivo expiatorio o distractor del verdadero problema familiar; se cree que el problema es el hijo, cuando el problema está en los adultos o en la familia.

En algunos casos la razón por la que la madre o el padre se ensaña especialmente con él es porque ese hijo en particular le recuerda situaciones dolorosas (ser hijo no deseado) o aspectos negativos del mimo progenitor, o bien de otro familiar con el que existen conflictos no resueltos.

13.- El contexto social en que vivimos no ayuda a formar. Esta sociedad violenta, competitiva, hostil, influye querámoslo o no muy negativamente en unos niños o en unos muchachos más que en otros.

Rousseau escribía en su obra El Contrato Social: “El hombre nace bueno pero la sociedad la corrompe”. Es decir el niño nace bueno y puede ser educado bien, pero la sociedad o el entorno social en su conjunto lo desencamina.

¿Qué hacer?

Sea como sea, la solución a la problemática cuanto antes se busque mejor; y empieza con la búsqueda de la causa. Cuanto antes se intervenga, menor será el sufrimiento de la familia y sobre todo del hijo.

Con ayuda profesional se debe identificar el problema; y si está en la familia, urge un cambio en la dinámica familiar. Este cambio resulta difícil cuando los miembros de la familia se consideran exentos de cualquier responsabilidad negando tener algo que replantearse, pero mucho más fácil si los padres e incluso los hermanos se implican.

Indiferentemente de la causa de la supuesta rebeldía siempre debe haber comunicación entre los padres y aclarar las cosas cuanto antes con el hijo; de aquí la capacidad de observación.

Y si la causa de rebeldía realmente no está en los padres, juntos y en privado, han de hablar con el hijo de lo que pasa, de sus defectos para que el niño pueda superarlos y de lo bueno que tiene para mejorarlo.

Hay que demostrarle que es el cariño y el amor de padres lo que los lleva a recriminarle sus conductas negativas, y darle confianza en todo lo que hace.

Y cualquiera que sea el origen del mal comportamiento, lo mejor en todos los casos es que los padres nunca comiencen a clasificar a ese hijo como el hijo difícil, porque hacerlo puede traer consecuencias aun más negativas:

Esto desespera y aísla todavía más al hijo conflictivo pues buscará equivocadamente apoyo fuera del núcleo familiar, en las personas incorrectas. Los hijos nunca se deben descuidar confiando su educación a terceros.

¿Qué pasa si no se soluciona el problema?

Estos hijos pueden tener problemas de comportamiento y también dificultades para manejar sus emociones y tenderán a mostrarse extremadamente críticos consigo mismos.

En otros casos, estos hijos desarrollan trastornos depresivos, adicción a drogas o alcohol hasta degenerar en trastornos de la personalidad.

Por otra parte, suelen tener la idea de que no merecen ser queridos ya que los mensajes que han recibido de su familia a lo largo de los años es que es sólo traen problemas, que sólo hacen daño, que sus reacciones son siempre inadecuadas, que está siempre exagerando, etc.

En Psicología positiva, al hablar del comportamiento de las personas se suelen utilizar tres palabras que se tienden a confundir: Personalidad, carácter y temperamento; pero son términos muy diferentes.

El temperamento se asienta en la herencia genética. El carácter se genera durante la vida de la persona, su experiencia y la cultura (el medio ambiente o el entorno durante la crianza). El temperamento y el carácter son los que forman la personalidad de la persona.

De manera pues que el ADN y el contexto de vida juegan un papel primordial en la personalidad de cada individuo; no se pueden negar los genes de una persona ni negar la realidad exterior que gira mientras el individuo crece; sin embargo existe afortunadamente el libre albedrío que, basándose en la razón, permitirá que cada uno de nosotros tenga la capacidad de elegir su camino.

Quizá no podrá escogerse la “suerte” que le tocará en el mismo, pues siempre habrá eventos fortuitos que cambien el rumbo de la vida, pero siempre tendrá la capacidad de levantarse, sea cual sea la situación, de seguir hasta el final con la frente en alto.

 

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