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Venezuela: Néstor Quintero narra experiencia misionera en Mozambique

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Ramón Antonio Pérez - publicado el 26/01/15
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Misioneros Ad gentes “Virgen de Coromoto”, es un proyecto evangelizador de las Obras Misionales Pontificias y la Conferencia Episcopal de Venezuela, en África“Aquel día nunca lo voy a olvidar. Los nervios me atacaron y no podía caminar cuando el 1 de diciembre de 2013, en la misa de clausura del IV Congreso Americano Misionero, en la plaza ubicada frente a la Basílica ‘Nuestra Señora de Chiquinquirá’, en Maracaibo, dijeron mi nombre y el lugar a donde iba ser enviado para llevar el mensaje de Jesucristo: Mozambique”.

Así comienza el testimonio que el profesor universitario Néstor Alexánder Quintero Aldama remitió a la corresponsalía de Aleteia en Venezuela, convencido de motivar a otras personas e instituciones a embarcarse en proyectos similares, en procura de llevar el mensaje de Jesucristo allende los mares.

Quintero Aldama es de la Diócesis de Punto Fijo – Venezuela, y actualmente realiza un servicio misionero en Mozambique, país ubicado al sureste del continente africano, formando parte del proyecto “Misioneros Ad Gentes Virgen de Coromoto”, apuntalado por las Obras Misionales Pontificias y la Conferencia Episcopal Venezolana, para una primera etapa de cuatro años.

Me parecía un sueño”, – indicó, agregando lo que en su corazón le dijo al Señor: “Abrázame fuerte que esta misión es muy grande para mí y mis fuerzas no me alcanzan (…) Por favor, Jesús, abrázame fuerte amigo, para no caerme (…) que me tiembla hasta la cédula de identidad”.

Dejar la comodidad por Cristo

Néstor Quintero es profesor de Educación Integral, graduado en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, en el año 2004; luego, en 2013, obtiene un Magister Scientiarum en Intervención Social, quedando capacitado para interesarse en los procesos sociales de nivel nuclear, es decir la familia; micro o vinculadas a comunidades y organizaciones; nivel meso que conforman estados, municipios, gerencias; y hasta el nivel macro: país, región y corporaciones.

Reconoce que “no ha sido fácil dejar el confort de una casa, la vida familiar, los amigos, la comunidad cristiana, el estatus quo de un buen trabajo como docente universitario, las  seguridades que brinda tu tierra y tus raíces, un proyecto de vida, afectos, historias (…) pero de verdad siento que valió, ha valido y vale la pena”, dice en su escrito.

Como todo tiene un origen, el llamado del profesor Quintero Aldama, también tuvo el suyo. Cuenta que surge hace poco más de tres años en Argentina cuando realizaba un Diplomado en el Centro de Misionología para el Cono Sur de América ‘Juan Pablo II’. “Frente a la Invitación de Jesús de ir a tierras donde la Iglesia aún estaba en sus primeros pasos, donde aún había mucha gente que no lo conocía”. Reflexionó en el cantautor Eduardo Meana: “¿Qué te daré? ¿Qué te daremos? Si todo, todo es tu regalo, te ofreceré, te ofreceremos, esto que somos, esto que soy, esto te doy”.

Su respuesta fue inmediata: “Cómo negarme, si nadie en el mundo me ha amado como tú, cómo cerrar los ojos ante tu necesidad, cómo no responder a la fuerza de tu amor que impulsa esta pequeña vida y saca de ella lo más grande”. Y como aquella joven virgen, llamada María, dijo sí.

Entonces comenzó el camino misionero. Solicitó ante las OMP de Venezuela le ayudaran al discernimiento vocacional, a la formación y preparación para partir a tierras de misión. “Mi iglesia local, la Diócesis de Punto Fijo, siempre estuvo alentando mi Vocación (…), y de manera especial mi Obispo, Monseñor Juan María Leonardi”, recientemente fallecido, “para quien más que un fiel laico, fui un hijo que cuidaba, orientaba y hasta exigía con celo y ardor”.

De esta manera, ese 1 de diciembre, junto al padre Emérito Peña (Diócesis de Barinas), la profesora Yulimar Rivas (Diócesis San Carlos – El Vigía),
y el licenciado Efrén Chirinos (Arquidiócesis de Coro), recibió su envío en Maracaibo, siendo un fruto inmediato del CAM IV y Comla 9.

Había llegado la hora de partir a tierras lejanas, tendría que viajar mucho para llegar a mi destino, pero ahora venía la parte más difícil: dejar a mi familia y hermanos en la fe en mi país y salir a tierras de misión”, dijo. “Si alguien me preguntara que fue lo más difícil de partir, mi respuesta sin pensarlo sería: dejar llorando a los seres que más amo en el mundo”, acotó.

Aun lo pienso y no puedo evitar que se humedezcan mis ojos, pues el recordar la mirada de mi madre, su llanto, su mano despidiéndose como su cuerpo ya sin energía de tanto llorar se apoyaba en las paredes de aquel aeropuerto, arrugan mi corazón”, agregó en su misiva.

Al mismo tiempo señala con gran entusiasmo y convicción: “Jesús merece de nosotros la mejor respuesta, que la Iglesia espera de nosotros el mayor testimonio y que nuestros hermanos ven en nosotros unos instrumentos del Amor de Dios y en muchos casos su única esperanza”.

¿Cómo ayudar en una realidad tan dura?

El día 29 de mayo de 2014 llegaron a la ciudad de Tete, en el centro norte de Mozambique, en medio de “la pobreza y las carencias, pero también con las esperanza de las personas, de los pueblos y de quienes aún esperan en Dios”. Actualmente, se encuentra en la comunidad de Manje, capital del distrito de Chiúta, que será sede de una nueva parroquia en la misma Diócesis dirigida por Monseñor Don Inácio Saures (Imc), y que tiene una enorme extensión con un número importante de personas que aún no conoce a Cristo. “Los cristianos son apenas el 2% de la población”, destacó.

De igual manera, precisa la existencia de más de 400 niños huérfanos; jóvenes sin estudio y sin trabajo; ancianos abandonados; familias sin lo necesario para vivir; 66% de analfabetismo; 54% de deserción escolar en toda la escuela primaria; un alto número de personas infectadas por el VIH y otras enfermedades infecto-contagiosas, vinculadas con los hábitos alimenticios y hábitos saludables. Además, existe “un grave problema de género que mantiene a la mujer en último lugar y con los derechos que le asisten, sin ser considerados, ni por la sociedad ni por ella misma siquiera”.

Quintero informó que están dando los primeros pasos para “conocerlos, reconocer su camino de vida cristiana, identificar sus fortalezas y debilidades, y sobre todo amarlos y valorarlos por el esfuerzo de ser cristianos en medio de las dificultades y avatares de la vida.

El trabajo misionero implica: “ayudar a la Diócesis en sus diversas estrategias, y acciones vinculadas al fortalecimiento de la educación, formación de agentes de trabajo en las diversas realidades sociales que tienen que asumir, formación en materia de justicia y paz de jóvenes universitarios, atención a niños y personas en situación de riesgo social”. Todo será asumido en esta parroquia.

Finalmente, dejo ver que no es solo ayuda material lo que necesitan estos misioneros, sino también ayuda espiritual. “En este año que está empezando, nos puedan ayudar con sus oraciones, con sus buenos deseos y de ser posible con la ayuda material tan necesaria para todo lo que nos vamos proponiendo en estas comunidades tan necesitadas de Dios y de Pan, de Vida y Salud.
 

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