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El papa declara venerable a la laica boliviana Virginia Blanco

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José Antonio Varela - publicado el 26/01/15
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Una vida ejemplar forjada en la Acción Católica y en un auténtico compromiso social
Nos alegró leer en la última relación de decretos y causas de beatificación aprobados por el papa Francisco, que una profesora boliviana alcanzaba un peldaño más en el largo camino hacia los altares, lo que podría convertirla en la primera beata del país altiplánico.
 
Allí estaba su nombre, al final de todos, sin largas reseñas de fundaciones o cargos ejercidos. Solo una línea que resumía lo que realmente había sido para la Iglesia y para el mundo: una laica.
 
Nos referimos a la también catequista Virginia Blanco Tardío, nacida en Cochabamba (Bolivia) el 18 de abril de 1916 y fallecida allí mismo en olor de santidad el 23 de julio de 1990, cuyo decreto que la reconoce como "Venerable" ha sido aprobado el pasado 22 de enero por el sumo pontífice. En el documento pontificio, un grupo de teólogos ha dado su parecer positivo y recomienda su veneración al pueblo cristiano por haber practicado las virtudes teologales, las virtudes cardinales y las virtudes religiosas en forma heroica.
 
Una vida cristiana vivida en lo ordinario, es lo que llevó a esta mujer a recibir la adhesión de 22 obispos bolivianos en abril de 2013, quienes en una espontánea carta dirigida al cardenal Ángelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, recomendaban la causa de beatificación y canonización de la entonces Sierva de Dios Virginia Blanco, por haber sido "un modelo de laica consagrada, humilde y sencilla, totalmente dedicada a la piedad, a la evangelización y a la caridad".
En menos de dos años, la Santa Sede terminó de revisar el exhaustivo documento de 500 páginas, llamado “Positio”, que recogía no solo la trayectoria de su vida virtuosa, sino cerca de cien testimonios de testigos directos y otros, a lo que se sumaron breves biografías, escritos y poesías místicas de Virgina cargadas de un gran valor literario.

Un compromiso social y evangelizador

¿Cómo era la vida de la hoy venerable Virgina Blanco Tardío? ¿Qué encontró en el mundo para imitar a Cristo? En una breve reseña, el padre Miguel Manzanera, SJ, postulador de la causa, revela detalles ordinarios que vistos desde una óptica de la fe, resultan extraordinarios.

Como estudiante del colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón en Cochabamba -relata el padre Manzaneras-, Virginia fue una catequista ejemplar desde muy pequeña, labor que realizaba en castellano y quechua, pues quería preparar a niños, jóvenes y adultos para la recepción de los sacramentos, con una especial dedicación a la gente más humilde.

Sus ex alumnas la recuerdan con cariño por los casi cuarenta años que enseñó religión en varias escuelas fiscales de la ciudad, pero también por haber trabajado gran parte de su carrera docente sin recibir remuneración económica. Ellas y muchas otras mantienen vivo su ejemplo por el hecho de haber montado en 1958 -y en su propia casa-, un comedor popular para gente sin recursos.

A esto hay que añadir la inauguración en 1977 del Policonsultorio "El Rosario", con servicios de medicina general, odontología, oftalmología y laboratorios que funcionaron varios años después de su muerte.

Como no es posible amar a la Iglesia sin caminar con ella, Virginia fue militante activa desde muy joven de la Acción Católica Boliviana, y durante muchos años fue presidenta diocesana primero de las jóvenes y luego de la Asociación de Mujeres de Acción Católica. Ya en 1962 fundaría el Grupo de Oración y Amistad, bajo la asesoría del jesuita Julián Sayos, que tuvo como base a algunas ex-alumnas del Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón.

Vivir el cielo en la tierra

Debido a que su apostolado y vida ejemplar trascendía ya las fronteras de Bolivia, el beato Pablo VI reconoció los meritos de la hoy Venerable y le concedió en diciembre de 1965 la condecoración “Pro Ecclesia et Pontifice”. Ya antes, en 1950, el venerable Pio XII la había reconocido como “Apóstol de la Acción Católica” boliviana, esto durante una audiencia con ocasión de la peregrinación que hizo a Roma en el Año Santo.

Para el postulador de la causa, la profesora y catequista boliviana tiene una gran relevancia hoy como modelo laical de santidad en la etapa histórica de la nueva evangelización. Otro mérito es que Virginia pertenecía a una clase social acomodada, y supo poner sus bienes y su vida al servicio de las personas para remediar sus necesidades corporales y espirituales.

Los seguidores y devotos podrán presentarla a las nuevas generaciones como una fiel devota de los Corazones de Jesús y de María, y también como una extraordinaria mujer de oración continua, misa y comunión diarios y frecuencia en los sacramentos.

Su biografía señala que Virginia falleció santamente de un paro cardíaco a los 74 años de edad, habiéndose confesado y comulgado el día anterior y luego de haber recibido la unción de los enfermos y la bendición apostólica del santo Juan Pablo II.

Por lo que se ha podido saber, prosiguen los estudios de varios casos de curaciones extraordinarias atribuibles a su intercesión ante Dios.
 
 

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