Cuando hablamos de amar, difícilmente estaremos pensando en lo mismo. Es una palabra con tantos significados, que es complicado que dos personas tengan el mismo concepto del amor. Cristo nos exhorta a amar a nuestros hermanos, a nuestros enemigos, a Dios con todas las fuerzas, pero lo cierto es que no nos sabemos amar correctamente ni a nosotros mismos.
Ama para ver; lo que vas a ver no es algo de poco precio, no es algo que se lo lleva el viento. Verás a Aquél que hizo cuanto amas. Y si esas cosas son hermosas, ¿Cómo será quien las hizo? #SanAgustin (Sermón 22A,4).
Muchas personas se preguntarán para qué queremos ver a Dios. Nos parece que Dios no está presente ni preocupado por nosotros. San Agustín nos llama a amar para ver a Dios. Cristo nos indicó en el sermón de la montaña, que sólo los limpios de corazón son capaces de ver a Dios. San Juan nos señala que Dios es amor. La Madre Teresa de Calcuta nos llama a amar hasta que duela. Mientras, nosotros vivimos la vida despreocupados del amor. Incluso nos fastidia tener que atender a otras personas cuando estamos ocupados. No digamos nada de amar a quien nos hace daño. Hoy en día parece algo imposible de realizar.
En todo caso, al menos podríamos intentar no rechazar el amor que nos viene de Dios y de muchas personas. Ser buenos conductores del amor que Dios nos ofrece, es el primer paso para poder verlo en nosotros mismos y en los demás.
Buenos días, tardes o noches