Volviendo a los buenos propósitos de enero, no cabe duda que llevarlos adelante nos va a costar trabajo, emotividad y neuronas. Nada se empieza y se continúa sin que pongamos todo nuestro ser en ello. A lo mejor nos hemos propuesto confesarnos más a menudo y vaya, ¿Dónde lo hacemos? En nuestra parroquia no se hay confesiones habitualmente y hoy en día encontrar un confesor es tarea compleja. Ante este empeño ¿Llegaremos a una solución aceptable y duradera?
Esos caminos que son duros para los trabajadores, son suaves para los amadores #SanAgustin (Sermón 70,3).
Si buscamos confesarnos porque lo necesitamos de verdad y amamos de verdad recibir el perdón de los pecados, esta tarea puede ser más o menos dura, pero tarde o temprano llegaremos a una solución aceptable. Si consideramos que la confesión es una carga que no nos aporta nada, entonces seguirán los confesionarios vacíos y los sacerdotes buscarán mejores ocupaciones.
A quien ama de verdad algo o a alguien, el esfuerzo le parece siempre llevadero y hasta motivador. La esperanza lo mueve. Incluso si las circunstancias son imposibles, tiene la esperanza en que el Señor obre uno de esos pequeños milagros que a veces no tenemos casi en cuenta. En todo caso, demos la oportunidad al Señor para obrar maravillas en nosotros.
Buenos días, tardes o noches