Enero es el mes de los buenos propósitos y las iniciativas. Todos queremos muchas cosas, nos repelen otras y son indiferentes la gran mayoría de ellas. Cuando queremos algo, no sólo tendríamos que pensar en el amor como un sentimiento de apego-deseo-agrado, que es un amor en su nivel más básico e instintivo. El amor completo, madura, conlleva donación que no espera nada a cambio. Este amor maduro, agape, es muy diferente al amor instintivo. No necesita de la gratificación para seguir adelante. ¿Cómo amamos lo que tenemos a nuestro alrededor?
Hay en el mundo cosas que son malamente amadas, y al ser mal amadas en el mundo, hacen al amador inmundo #SanAgustin (Sermón 65A,1).
¿Qué es el amador inmundo? Aquel que ama-quiere de forma desordenada y egoísta. El amador inmundo se corrompe a sí mismo y al objeto amado-deseado. A veces no nos planteamos cómo queremos o amamos algo y terminamos enganchados o saturados. Les pongo un ejemplo. Si pertenecen a una asociación y esperan algo de ella, puede ser que con el tiempo no lleguen a recibir nada y se sientan cansados y abatidos. ¿Qué buscaban en participación en esa asociación? A lo mejor el amor dado a esta actividad no era el debido y ahora se han dado cuenta que es mejor dejarla y encontrar otra causa más gratificante.
El problema no está en la asociación sino en nosotros. Hemos pasado del amor al desafecto y estamos a un paso, quizás, de la repulsa. Pero, lo cierto, es que cuando empezamos por amar mal y terminamos actuando mal con nosotros mismos. Nos hemos convertido en inmundos por amar mal desde el inicio.
Cabría discernir si es Voluntad de Dios que este querer se desarrolle o es nuestro egoísmo lo que alimentó esta relación. Es necesario orar y discernir. Siempre es posible renovarnuestror amor y empezar a amar bien. Pero para ello necesitamos algo más que el amor instintivo que todos llevamos dentro. Necesitamos de la fuente de amor, que es Dios.
Buenos días, tardes o noches 🙂