El otro día me conmoví al leer un poema dirigido a Dios:
«Hojas de luz cayendo con el viento. Tiñendo de sol las calles de mi vida. Y yo calmando el paso mientras la vida corre. Trémulo, voy buscando respuesta a mis preguntas. Al caer de la tarde, cuando llegan los ecos, dormidos de la esa noche en que viví mi vida. Sabiendo que la voz de ese Dios que me habla, vive queda en lo hondo del alma que abrasa.
Quiero, Señor, saber, cuántas veces te quedas. O si al quedarte dejas tu vida en mí sembrada. Déjame ver el rostro esquivo que se escapa. Tocar pálidamente tus manos que bendicen. Déjame, por la noche, cuando el alma se calma, acariciar cansado tu pecho adormecido.
Déjame ver, Señor, saber y comprender. Deja que mi alma viva tu vida eternamente. Que mi dolor se apague al tocar tus heridas. Y tu amor me levante caído en el camino. Cuando ya nada sepa. Cuando ya sólo espere.
Y ahora, mientras tanto, cuando la vida corre, recogeré esas hojas caídas con el viento. Vestiré de esperanza mi caminar sereno y seré, si Tú quieres, sonrisa que en la tarde desvele tu mirada».
Yo también quiero ser motivo de esperanza. Quiero recoger hojas llenas de luz. Es lo que entregamos. Quiero ser testigo de la luz. Sembrador de alegrías. Quiero quedarme alegre al dar tanta alegría. Quiero quedarme lleno al llenar otras vidas. Quiero sembrar semillas que den flor en mi alma y en otras almas.
Es curioso. Damos y retenemos. Somos luz y tenemos la luz que nos alienta. Cuando más aprendemos a dar, más nos da la vida. Cuando más retenemos, más nos niega. Cuanto más nos esforzamos en recibir, menos tenemos.
Nos amargamos esperando lo que no llega, exigiendo lo que no es un derecho. A veces hay personas que viven así. Demandan lo que no tienen y esperan lo que es un don.
Es difícil aconsejar al que no quiere oír. A veces encuentro corazones que no quieren saber. Se amargan y no entienden. Siempre los demás están mal, equivocados, son ruines, injustos. Se sienten perseguidos. No aceptan consejos. Sobre todo cuando el consejo no tiene que ver con lo que desean.
Cuando alguien vive así, siembra oscuridad. Es mejor dar que recibir. Agradecerle a la vida antes que exigir lo que no tenemos. ¡Cuánto sufrimos cuando no recibimos lo que esperamos! Queremos más, esperamos algo de la vida y nos molesta no tenerlo. Las expectativas nos amargan.
Todo es don. No hay derechos. ¡Qué importante es aprender a vivir agradeciendo, sin esperar nada, recibiéndolo todo como don! Cuando no lo hacemos, perdemos el sentido de la vida.
Hoy celebramos a...