En la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, el Papa visita Santa María La Mayor y la Virgen de la plaza España de Roma
El Papa Francisco llevó este lunes 8 de diciembre una corona de flores a la estatua de la Inmaculada Concepción de la plaza España de Roma, un homenaje a la Madre de Dios para pedir su intercesión por el mundo entero.
El Papa elevó una oración en la que pidió a la Virgen su maternal protección: "Enséñanos a andar a contracorriente: despojarnos, a abajarnos, a donarnos, a escuchar, a hacer silencio, a descentrarnos a nosotros mismos, para dejar espacio a la belleza de Dios, fuente de la verdadera alegría", rezó.
Después de la oración, Papa Francisco saludó, entre la multitud, a numerosas personas enfermas acompañadas por voluntarios. Besó niños y les bendijo uno a uno. En otro gesto expontáneo, intercambió el solideo con un joven voluntario que deseaba un recuerdo especial.
La música de órgano acompañó la marcha del Pontífice entre la gente como un homenaje a María traducido en gestos cercanos hacia sus hijos predilectos.
Cientos de personas esperaban en las calles adyacentes, o en las ventanas de los edificios cercanos, para poder ver y saludar al Pontífice en esta fría tarde de diciembre.
Antes de llegar a la plaza España, el Papa fue a la Basílica de Santa María la Mayor para rezar, en el día de la Madre de Dios Inmaculada, a la Salus Populi Romani.
Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco ha visitado 17 veces la iglesia papal de Santa María La Mayor donde se encuentra la imagen de la Virgen María.
Sucesivamente, se ha dirigido a la Plaza de España para el tradicional acto de veneración de la Inmaculada representada en lo alto sobre la columna construida por orden de Pío IX (Bula Ineffabilis Deus) hace 160 años (el 8 de diciembre de 1854).
La estatua simboliza el dogma de la concepción inmaculada de la Virgen. Esta es la segunda vez que el Papa Francisco desde el inicio de su pontificado (hace 21 meses) ha llevado una ofrenda floral y rezado delante de esa estatua.
Como indica el protocolo, el Papa Francisco, a su llegada, saludó al cardenal encargado de la diócesis de Roma, Agostino Vallini, y al alcalde de la ciudad, Ignacio Marino.
Después de la ofrenda floral y la oración, el Papa estrechó manos y abrazó a los enfermos y personas discapacitadas llevadas a la plaza por la Asociación italiana de voluntarios UNITALSI.
Pío IX fue el primer papa en enviar flores a la Estatua de la Virgen Inmaculada de la plaza España de Roma. Juan XXIII, en 1958, fue el primer pontífice que llevó personalmente a la Virgen una corona de flores.
Cabe mencionar que el beato papa Pío IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María el 8 de diciembre de 1854. Tres años después, en 1857, bendijo e inauguró el monumento de la Inmaculada en Roma.
La tradición de hacer una oración y un homenaje a la Virgen en Plaza España ha sido continuada por los papas Pablo VI, san Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco.
Oración del Papa Francisco a María Inmaculada:
Oh María, Madre nuestra,
Hoy el pueblo de Dios en fiesta
te venera Inmaculada,
preservada desde siempre del contagio del pecado. Acoge el homenaje que te ofrezco
en nombre de la Iglesia que está en Roma
y en el mundo entero.
Saber que Tú, que eres nuestra Madre, estás totalmente liberada del pecado
nos da gran consuelo.
Saber que sobre ti el mal no tiene poder,
nos llena de esperanza y de fortaleza
en la lucha diaria que debemos realizar en contra de las amenazas del maligno.
Pero en esta lucha no estamos solos, no somos huérfanos,
porque Jesús, antes de morir en la cruz,
nos ha dado a Ti como Madre.
Nosotros, por lo tanto, a pesar de ser pecadores, somos tus hijos, hijos de la Inmaculada,
llamada a aquella santidad que en Ti resplandece
para gracia de Dios desde el inicio.
Animados de esta esperanza,
nosotros hoy invocamos tu materna protección para nosotros, para nuestras familias,
para esta Ciudad, para el mundo entero.
Que el poder del amor de Dios,
que te ha preservado del pecado original,
por tu intercesión, libere a la humanidad de toda esclavitud espiritual y material,
y haga vencer, en los corazones y en los eventos, el plan de salvación de Dios.
Haz que también en nosotros, tus hijos, la gracia prevalezca sobre el orgullo
y podamos llegar a ser misericordiosos
como es misericordioso nuestro Padre celestial.
En este tiempo que nos conduce
a la fiesta de la Natividad de Jesús,
enséñanos a andar a contracorriente:
despojarnos, a abajarnos, a donarnos, a escuchar, a hacer silencio,
a descentrarnos de nosotros mismos,
para dejar espacio a la belleza de Dios, fuente de la verdadera alegría.
¡Oh Madre nuestra Inmaculada, reza por nosotros!