Lectio Divina para Adviento: dia 7

Una guía práctica cada día para orar con la Escritura hasta Navidad

 
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén
 
 

 
 9,35: Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias.
 
 9,36: Viendo a la multitud, se conmovió por ellos, porque estaban maltratados y abatidos, como ovejas sin pastor.
  9,37: Entonces dijo a los discípulos:
  —La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. 9,38: Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha.

 10,1: Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para sanar toda clase de enfermedades y dolencias.

10,6: (les dijo) vayan más bien a las ovejas descarriadas de la Casa de Israel. 10,7: Y de camino proclamen que el reino de los cielos está cerca. 10,8: Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, expulsen a los demonios. Gratuitamente han recibido, gratuitamente deben dar.
BIBLIA DE NUESTRO PUEBLO
 
 
 

 
La proclamación de la Buena Noticia, o Evangelio, es lo que caracteriza la vida pública de Jesús. Esta misma proclamación sana toda enfermedad y dolencia. Los muertos resucitan, los leprosos son curados y sobre todo los demonios son expulsados fuera. Y todo esto no ha costado nada, es decir, es un don gratuito del Padre. Pero este regalo, no es para quedárselo, sino para compartirlo con los demás.
 
 

 
Nos preguntamos para profundizar en nuestra vida estas palabras de Salvación:
 

1. El anuncio del Reino apremia. ¿Qué tan involucrado estoy con este anuncio?
2. ¿Es mi vida completa una forma de anuncio con alegría de la Buena Noticia?

 
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero.
 

• Gracias Señor por tu Palabra Salvadora.
• Señor, quiero ser testigo y anunciador de tu Buena Noticia. Que mi vida trasparente tu presencia salvadora, sanadora, limpiadora en todos los sentidos.
• Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Añadimos unas intenciones de oración.

 
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del texto para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón:
 
Jesús proclamaba la Buena Noticia (Versículo 35)

Y de esta forma nos ponemos en contemplación.
 
 
 

 
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
 
Como acción me propongo concretamente anunciar la Buena Noticia. Podré hacerlo sistemáticamente ayudando en las obras de evangelización y también con mi propia vida de servicio a los demás.

Por Hno Ricardo Grzona, frp