Lo que ha pasado en Iguala muestra que es toda la sociedad mexicana la que tiene que cambiar
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El Consejo Nacional de Laicos (CNL) mexicano, organismo que representa a casi siete millones de laicos organizados en el país, ha celebrado recientemente su Asamblea Nacional en Xalapa, la capital del Estado de Veracruz y lo ha hecho con una proclama a favor de la paz y de la participación social católica en la justicia que México requiere.
Al finalizar el encuentro emitieron un importante mensaje sobre el dolor que les causa lo que está pasando en México: la violencia en todas sus manifestaciones; la desaparición de los jóvenes normalistas en Iguala; la muerte de otros jóvenes, adultos, migrantes e incluso de niños, cuyos cuerpos han sido olvidados en fosas clandestinas.
“Como ciudadanos mexicanos reconocemos nuestras omisiones, lamentamos haber contribuido, con nuestra indiferencia, a agudizar la crisis de valores y la emergencia antropológica y ética en la que nos encontramos”, reconoce el comunicado en su parte inicial.
Los laicos mexicanos organizados en el CNL manifestaron ser conscientes, también, de lo que consideraron una “falta de solidaridad con los más desfavorecidos” que ha contribuido a hacer más profunda la problemática juvenil, familiar y social.
En el comunicado, firmado por el presidente del CNL, Jorge Carlos Estrada Avilés, subrayan que no basta la protesta pues México “requiere más propuesta y acción que análisis, diagnósticos y queja. La indignación que sentimos está llamada a madurar hasta convertirse en nuestra determinación firme y perseverante en empeñarnos por el bien común en las actuales circunstancias”.
Los miembros del Consejo Nacional de Laicos se comprometieron en un programa de seis puntos que son los siguientes:
1. Difundir y asumir el pronunciamiento “¡¡Basta Ya!!” del Episcopado Mexicano, recientemente elaborado por nuestros Pastores en su pasada Asamblea.
2. Trabajar por el desarrollo social integral contribuyendo a acortar la brecha entre los que tienen mucho y los que casi no tienen nada.
3. Hacer conciencia de que la solución a la violencia no está en dejar el problema sólo en manos de la clase política, de los gobernantes y de las fuerzas armadas y policías. La solución pasa por el quehacer de todos desde los distintos campos de acción ciudadana y profesional, pero también desde las acciones pastorales de la Iglesia en México.
4. Ser constructores de paz comenzando por nuestro interior y familia, movimiento y diócesis, comunidad y ambiente vital, a fin de sumar esfuerzos que, aunque pequeños, expresan la fuerza transformadora del Evangelio.
5. Practicar el encuentro, el diálogo, la búsqueda conjunta de soluciones, la justicia, pero también la misericordia y el perdón cuando sea necesario, tanto con los violentos que se benefician de la violencia, como a los que desconocen que su acción contribuye a preservarla.
6. A mantener la esperanza activa, al proclamar en la Misión Permanente, que en Jesús Resucitado el mal no tiene la última palabra, a dar testimonio de que éste se vence a fuerza de introducir el bien en nuestras vidas.