Hace unos días pedí sugerencias de temas porque tenía un montón de ideas en la cabeza, sin embargo ninguna aterrizaba al papel… o al teclado en este caso. Sin embargo, un amigo sugirió que escriba sobre la manera en que llegué a tener mi actual visión del mundo y de la vida, y aunque es una pregunta personal, caí en la cuenta de que tengo un blog personal, de tal manera que vale la pena que al menos en un artículo, la gente pueda conocer a quien escribe del otro lado… No planeo plasmar la historia de mi conversión, porque nadie se tragaría historia tan larga, o al menos no por escrito, de manera que me enfocaré en experiencias concretas.
Saber a medias, corrompe la razón y el corazón
Habré tenido mis 13 años cuando mis autores de cabecera eran Richard Dawkins y todos los que hablasen de la supremacía de la razón y la ciencia (en ese tiempo aún no existía el Twitter, por lo que pudo ser peor). Esto, mas las conversaciones – poco edificantes – con profesores “doctos” en materia de historia y religión, fue cultivando en mí conceptos bastante definidos y equivocados sobre lo que era la religión y de manera muy específica la Iglesia Católica.
Mi postura personal hasta los 15 años fue la de un ateo más o menos convencido (como cualquier otro ateo, puesto que no se puede estar cien por ciento convencido de Algo que no existe) y durante ese tiempo disfruté ridiculizar a mis amigos católicos que defendían posturas que para mí eran absurdas y carentes de base lógica y científica. Cabe recalcar que tuve la mala suerte de toparme con católicos que al momento de querer explicar las verdades de la fe, partían de un supuesto no racional… cuestión que hacía del diálogo algo imposible, y a veces hasta ridículo.
Mirando hacia atrás durante estos años, pude confirmar con mi propia vida aquello de que “Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia devuelve a Él”[1], y más allá de eso, mi postura primera (ateísmo) se debió ciertamente a la ignorancia de haber juzgado una realidad a medias, y esto ciertamente corrompe el corazón y la razón.
La humildad de reconocerse ignorante
Mi relación con el Cristianismo durante todos esos años, siempre fue bastante prejuicioso e indiferente. Por un lado, guardaba la certeza – sabrá Dios con qué argumentos – de que cualquier postura religiosa era una estafa, y por otro lado ni siquiera me interesaba. El haber estado toda mi infancia en un colegio religioso, lejos de facilitar mi acercamiento a la Iglesia, lo complicó grandemente, puesto que sentía cierto hastío por escuchar las verdades de fe o por evidenciar la vida de ciertos religiosos que daban mucho que desear de la alegría que se preciaban de poseer los cristianos.
A pesar de las múltiples conocimientos sesgados e incompletos que apilé en mi cabeza durante todos esos años, ninguno lograba colmar – o por lo menos aclarar – el sentido más profundo de la vida, y en esto quisiera aclarar que, nunca fui de los marginados que se absorbían en su mundo y en sus libros… más bien siempre fui bastante sociable y muy extrovertido – cuestiones que no han cambiado – sin embargo, siempre esperé mucho más de la vida, que solo un título y un trabajo.
Llegado el tiempo en que casi pierdo un año de estudio (porque sentía placer en leer muchos libros, sin embargo los que me mandaba el colegio me parecieron siempre inservibles y poco interesantes), me cambiaron a otra institución educativa, en donde lejos de entender mejor el sentido profundo de las cosas, me terminé de alejar de cuestionamientos trascendentales, para entregarme por completo a una vida un tanto disoluta, frívola y cómoda.
Y allí, en el momento menos pensado, escogió la Providencia de Dios a un amigo evangélico – que en paz descanse – que supo ser esa voz que clama en el desierto, dando respuestas racionales y lógicas a todas mis inferencias incendiarias sobre la fe cristiana, empezando por la existencia de Dios… ¿qué me permitió llegar a esa conclusión?, el abrirme ligeramente a una palabra tan extraña: humildad.
La humildad de reconocer que había cosas que no comprendía y por eso las negaba, fue lo que me llevó a aceptar una argumentación perfecta y lógicamente elaborada, sobre la necesidad de la existencia de un Ser Superior para poder comprender en un marco de coherencia, el funcionamiento del Universo y de nosotros mismos.
De vuelta a Casa…
Por consecuencia de la argumentación que se me presentó y de la nueva forma de ver el mundo que adquirí, empecé a asistir a la iglesia evangélica a la que asistía este amigo muy querido. Participaba ciertos días del culto, y otros tan solo iba a encuentros o reuniones para conocer un poco más sobre ese Cristo al que la fe y la historia reconoce como el Hijo de Dios, enviado para morir en la Cruz y redimirnos del pecado. Seré muy sincero con ustedes, al decirles que pensé que mi camino había finalmente llegado a su clímax y finalmente había encontrado la respuesta a todas mis dudas y anhelos… pero no tenía la menor idea de lo que estaba por venir, y mucho menos de la riqueza y majestuosidad de lo que habría de conocer tiempo después. Entendí que esto fue tan solo la antesala a lo que ese Dios providente que había empezado a conocer, me tenía preparado.
Iban pasando los meses y mi sed por la Verdad y mi hambre de Dios me fueron llevando a leer, estudiar y conocer más y más, y fue allí cuando de a poco esa sensación de “certeza de haberlo encontrado todo” se empezó a debilitar… recuerdo que compartí esa sensación con una o dos personas, y la respuesta de: “debes tener más fe”, no terminaba de cumplir la expectativa y mucho menos el vacío lógico de ciertas experiencias que vivía, puesto que descubría vacíos históricos en la iglesia a la que asistía, y muchas enseñanzas que carecían de sustento bíblico y además lógico. Para mi desgracia – en ese tiempo – la historia, la Biblia y la lógica apuntaban a un mismo lugar, la Iglesia Católica, esa institución “anacrónica, que era refugio de las torturas de la humanidad y un retraso para la ciencia”.
Dios se valió de todo este proceso que viví, para que al tener 16 años, se me presente la oportunidad de ir a un evento organizado por un Movimiento católico. Quisiera en verdad compartirles detalle a detalle esta historia, pero no quiero hacerlo más pesado y reconozco que ya mucho les ha de haber costado seguirme hasta aquí. Resumiré diciendo que en la Iglesia de Cristo vine a encontrar las respuestas claras a todas las dudas fundamentales de mi vida. Descubrí la riqueza del pensamiento filosófico llevado a sus últimas consecuencias… llevándome a concluir que la razón por sí sola no llega a contemplar la Verdad en su esplendor, sino que necesita de la fe para comprender la realidad completa.
Muero de ganas por compartirles detalle a detalle este camino tan largo y a la vez tan corto (en referencia a lo que falta), sin embargo tratando de hacerlo lo más resumido posible, ha sido ya demasiado. Solo me queda responder, que mi actual visión del mundo y de la vida, no ha sido otra cosa que la consecuencia de una búsqueda sincera de la verdad, y esa verdad la encontré en la Persona de Jesucristo, y Él a su vez me señaló como camino concreto a la Iglesia que Él ha fundado. Soy católico y feliz.
Twitter: @stevenneira