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Santa Teresa de Jesús explicaba en una de sus obras, Camino de Perfección, el dolor que le había producido saber el daño que los luteranos habían ocasionado en Francia. Su dolor la motivó a extender las fundaciones del Carmelo a tierras francesas.
Poco imaginaba la santa castellana que estaba enviando a hijas suyas a cultivar semillas de sangre. En el período del Terror de la Revolución francesa, dieciséis carmelitas de la pequeña localidad de Compiègne por no querer abandonar el convento, fueron condenadas a morir en la guillotina.
Dice la Historia que las condenadas, no sin sorpresa de los asistentes, subieron por la escalera al cadalso, donde les esperaba el verdugo, haciéndolo con entereza, por su propio pie y cantando. El himno que pudieron escuchar los testigos era el Veni creator. Las carmelitas de Compiègne fueron beatificadas en 1906. La beatificación acordada por Pio X supuso para la difusión de estos hechos, un punto de inflexión importante.
El proceso de las carmelitas se siguió en Roma y, concluido el mismo, permitió a los estudiosos el acceso a una documentación ya ordenada. Por ello han sido diversas las versiones y adaptaciones que se han realizado: un relato de la escritora alemana Gertrud Von Le Fort que se tituló La última del patíbulo, una ópera, una película. Pero el libro de mayor repercusión es Diálogos de Carmelitas del dramaturgo francés George Bernanos.
Una historia reivindicada para el mundo
Esta diversidad ha sido importante para la difusión de la historia porque, de no ser por la brillantez narrativa de los escritores que se fijaron en ellos, únicamente habría quedado reducida a las vidas de santos que hay en la Liturgia de las Horas, quedando limitada a la oración de la Iglesia.
Pero no es el límite de las historias, sino su proyección, lo que caracteriza a Georges Bernanos. Él es el Profeta, el escritor que nos transporta a lo eterno. Su clave es siempre el misterio pascual: el paso de la muerte a la vida. Por esto encontró en el martirio de las carmelitas de Compiègne el encaje perfecto a su temática preferida. Esta coincidencia fue una oportunidad que le llegó al final de su carrera.
De hecho, Diálogos es su testamento literario, por lo que es fruto de su madurez como dramaturgo. Y desde su propio umbral, conectó plenamente con el otro tema por el que tanto había luchado durante su vida activa: la inocencia de los niños; la vitalidad de los jóvenes.
Una adolescente malcriada
Blanca de la Force, una joven de alta cuna, pide a su padre que la lleve al convento de Compiègne porque se siente llamada por Dios para entrar en el Carmelo. La priora entiende que en realidad no tiene vocación, sino sólo el capricho de niña malcriada. Por esto impide que Blanca pueda realizar los votos. Y para evitarlo también en el futuro, toma prevenciones.
La priora solicita a la comunidad y a su anciano capellán que, tras su tránsito, tampoco ellos le permitan entrar en la orden. La condición se cumple pues la priora fallece y la comunidad realiza su promesa, impidiéndole pronunciar los votos. Pero Blanca, puro corazón carmelita, no se resigna. Estaba preparada, pues este contratiempo era previsible.
Hombres en la clausura
Un Comité revolucionario irrumpe en la clausura del convento para anunciar que las religiosas son ahora sólo ciudadanas del pueblo revolucionario, por lo que deben dejar sus hábitos y vivir en grupos de no más de dos personas, bajo la pena de guillotina en caso de no cumplirlo.
El comité ha sido duro con las religiosas, pero la revolución también es condescendiente. Así el comité indica particularmente a Blanca que, al no haber realizado aún sus votos, gracias a ellos, queda liberada de la superstición cristiana y del secuestro de las monjas católicas y puede, en consecuencia, regresar con su padre. La retirada de los hombres, abre un tiempo para la reflexión.
En esta reflexión quedan las religiosas unos días, sucediéndose entonces los diálogos, sólo interrumpidos por insultos, el lanzamiento de algún objeto desde afuera y pequeños incendios provocados. Este es el punto en que debemos remitirnos a la lectura del libro reseñado.
Nos remitimos al libro, pero con una prevención: Si es Vd. joven, aún no lo lea, pues haría bien en esperar unos años. Los conceptos que pueblan sus frases han de darles sentido las propias experiencias vitales. Por esto a partir de la edad madura podrá leerlo con más fruto. Los Diálogos bernanianos son pacientes. Los clásicos siempre esperan.