¡Esa es la respuesta! Permanecer en Jesús y sus palabras en nosotros
Campaña de Cuaresma 2025
Este contenido es gratuito, como todos nuestros artículos.
Apóyanos con un donativo y permítenos seguir llegando a millones de lectores.
Esta mañana me levanté muy temprano, me acerqué a la ventana de mi cuarto y, mirando el panorama, acompañado de mi esposa, rezamos el Padre Nuestro. Es una oración tan completa, tal vez la más completa de todas. Suelo rezarla cada mañana. Con ella alabo a Dios, le llamo Padre, y empiezo a pedir lo que necesito para ser feliz.
“Venga a nosotros tu Reino”. “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. “Danos hoy nuestro pan de cada día”. “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. “No nos dejes caer en tentación”. ”Líbranos de todo mal”.
Luego, bajé a desayunar, me despedí de los hijos, que iban unos a la Universidad, otro al Colegio, y Luis Felipe, a corretearlo por la casa para que se bañe y poder llevarlo al jardín de infantes.
En eso estaba cuando de pronto me detuve. Fue cosa de un segundo, como si se cayeran unas escamas de mis ojos y por primera vez viera algo tan evidente, que siempre tuve frente a mí. ¡Qué ciegos somos para las cosas de Dios!
Me vino este pensamiento: “La gracia es la clave. Un alma en estado de gracia siempre es favorecida”.
Y luego se derramaron en mi mente un torrente de ideas, frases, fragmentos del Evangelio.
Sobre todo estas palabras de Jesús, esta promesa a la que antes no le presté atención: “Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán” (Jn 15, 7).
— ¡Dios Santo! — exclamé con una alegría inexplicable—. ¡Allí está todo!… ¡Esa es la respuesta! Permanecer en Jesús y sus palabras en nosotros.
En ese momento recordé la oración: “Yo te saludo María, salúdame tú a mí”. Y continué repitiéndola en mi corazón hasta entrada la tarde.
Fragmento del libro El gran secreto, de Ediciones Anab