Lema de una Misionera en Yaounde (Camerún)Milagros Rejo es una religiosa, Sierva de la Pasión, que debe su vocación misionera a su familia creyente. En su hogar siempre había un “lugar especial” para los pobres en la mesa familiar, donde comían antes que la familia; su madre consideraba que, al visitarles, Jesús los bendecía a todos. Cuando una monja Sierva de la Pasión, gallega como ella, visitaba cada año a su familia para pedir limosna, Milagros se preguntaba si cuando fuera mayor podría dedicarse a hacer el bien como aquella monja.
Lo ha conseguido. Tras 15 años como misionera en México, lleva 4 en Yaundé, Camerún, siempre con el objetivo puesto por la venerable Madre Teresa Gallifa, fundadora de su congregación: meterse en “cualquier parte del mundo por salvar una vida”. A eso se dedican las Siervas de la Pasión, a cuidar de la infancia marginada, también antes de nacer. Para esta misionera, no sólo hay niños maltratados o explotados, hay, sobre todo, niños en peligro de ser abortados. Con motivo del Domund, la religiosa ha compartido en una entrevista con OMPress su experiencia misionera.
-Hay un discurso cultural que apoya la ayuda a la infancia marginada, pero que excluye de esa marginación a los bebés sin nacer, ¿cómo lo ve usted?
Me pregunto a qué ser humano quieren defender de ser marginado, si no le permiten nacer. Nacer es el primer derecho para ser y adquirir todos los demás: alimentación, familia, educación, etc. Todos estos derechos son secundarios y carecen de sentido si no se protege el primero: nacer a la vida.
-Hace unos días el obispo de Bangassou comentaba en Madrid que había conocido a misioneros ayudando a nacer a bebés de niñas violadas por sus captores. ¿Cuál es su experiencia en la lucha a favor de la vida, incluso en las situaciones más difíciles?
¡Las niñas violadas! Es una de las experiencias más duras que he vivido; son historias que uno piensa que solo pasan en las películas, pero son una realidad muy dolorosa. Eso sí, incluso en ellas, se manifiesta siempre la fuerza de la vida.
Conozco una persona que había hecho de todo para abortar y, sin embargo, venció la naturaleza; el Creador protegió la vida, y nació una niña preciosa y sin ninguna malformación. Al comprobar la fuerza de la vida, la madre se convirtió en la primera defensora de la vida de su hija, con todo lo que eso puede suponer. La madre entiende que el bebé es inocente de los errores de los adultos.
Yo creo en la ley natural inscrita por Dios en cada persona: elegir el bien y rechazar el mal, a pesar de todos los factores negativos.
-Cuando una mujer camerunesa va a usted con la tentación de abortar, ¿qué le dice?
Primero le pregunto si tiene otros hijos. Si los tiene, reconoce que, si no sería capaz de matar a ninguno de ellos, tampoco puede hacerlo con el que aún no ve pero que ya está vivo. Le ayudo a ver que ese hijo es independiente de su vida, que pertenece al Creador decidir sobre su existencia. Ella entiende que no es la “dueña” del bebé, que la vida es un don gratuito de Dios.
-En Occidente, la natalidad no deja de caer, en cambio en África, los hijos son vistos como una bendición y una ayuda para la familia. ¿Cómo puede ayudar África, con su juventud, a desarrollar una cultura a favor de la vida a la vieja Europa?
La mujer africana valora la vida humana como una riqueza natural; fruto de la Creación, del Creador, que es Dios. La mujer europea se pierde en sus razonamientos, pero tiene que volver a apreciar que la vida existe antes de cualquier razonamiento, incluso del científico.
La vida no es el fruto de una experimentación, sino un don gratuito de Dios, para ayudar a la solidaridad y a la complementariedad humana