Papa Francisco ha hablado en diversas ocasiones de una “tercera guerra mundial”. A su regreso de Corea del Sur, él se lamentó del aumento de la violencia anárquica en el mundo, diciendo: “Hoy, estamos en un mundo que está en guerra en todos lados. Alguien me dice: ‘Padre, nosotros estamos en la Tercera Guerra Mundial, sólo que a pedazos’. Y estaba en lo cierto”.
En este centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, el Papa Francisco visitó un memorial de guerra en el norte de Italia y volvió a hablar de una tercera guerra mundial: “Hoy, después del segundo fracaso de una guerra mundial, tal vez podemos hablar de una tercera guerra mundial, una guerra fragmentada, con crímenes, masacres, destrucción”.
Y prosiguió: “¡La guerra es una locura! ¡La guerra es irracional! Su único plan es traer destrucción: ésta intenta crecer destruyendo… La avaricia, la intolerancia, el deseo de poder. Estos motivos están en la base de la decisión de irse a la guerra y son muchas veces justificados por una ideología…”.
La Iglesia católica dice un sonoro “no” a la guerra. Nuestro Señor Jesucristo dice “bienaventurados los pacificadores”.
¿Entonces los cristianos deben ser pacifistas?
En la Edad Media, los teólogos desarrollaron la teoría de la guerra justa, pero muchos creen que las directrices contextualizadas en la cultura y en la tecnología medieval son imposibles de ser aplicadas en la sociedad global y altamente tecnológica de hoy. Cuando un dron capaz de disparar misiles en las montañas de Afganistán es controlado por un hombre sentado frente a una computadora en el Estado de Arizona bajo órdenes de otro hombre que está en Washington, ¿cuál es el sentido de discutir las limitaciones de la guerra con una teoría medieval? Cuando la guerra es fragmentada en focos aislados de violencia que se pueden inflamar en cualquier lugar del mundo, ¿cuáles son las teorías aplicables sobre ejércitos y guerra masiva?
Aún en el vuelo de regreso de Corea, Francisco admitió que la fuerza de las armas puede ser un recurso lícito para detener al agresor injusto, pero, incluso así, él se pronunció contra las bombas, porque éstas matan civiles inocentes, y resaltó que el objetivo es impedir la injusticia, y no aniquilar al agresor. El Papa enfatizó también que ese esfuerzo debe ser realizado mediante una coalición internacional.
En su nuevo libro “Jesus Christ Peace Maker” (“Jesucristo Pacificador”), Terrence Rynne argumenta que los católicos se están alejando de la teoría de la guerra justa y se está volviendo una fuerza proactiva en el sentido de generar y mantener la paz. Si la teoría católica de la guerra justa puede parecer muy antigua para los conflictos actuales, la ironía es que la Iglesia católica, con su alcance global, es la única entidad capaz de mantener contactos locales y contar con la necesaria confianza para interactuar con los enemigos y trabajar en la construcción de la paz.
Agentes humanitarios han ido descubriendo desde hace mucho tiempo que la Iglesia católica tiene “tropas” posicionadas por el mundo entero. La Iglesia tiene una infraestructura global que penetra hasta los niveles más básicos. Existen relaciones de confianza entre los católicos y las comunidades de su entorno, gracias a las obras de caridad basadas en la fe y realizadas por la Iglesia. Estas mismas estructuras pueden ser usadas no sólo para impartir ayuda a los heridos y desamparados por la guerra, sino también para promover activamente la paz y la reconciliación.
Con este espíritu, el Papa envió al cardenal Fernando Filoni a Irak para ofrecer apoyo espiritual y financiero a las minorías cristianas y yazidis. El Papa también se reunió con el arzobispo católico caldeo de Mosul, Amel Shimoun Nona, hoy exiliado. El arzobispo Nona amplificó su mensaje cuando advirtió a los países desarrollados de Occidente que los musulmanes no comparten los mismos valores de igualdad entre todos los seres humanos, de libertad religiosa y tolerancia. Él comunicó a los liberales occidentales: “Si ustedes no entienden eso rápidamente, van a terminar siendo víctimas del enemigo que están recibiendo dentro de su propia casa”.
En otro esfuerzo de pacificación, el Papa Francisco hizo un llamamiento a los líderes musulmanes para que denuncien con toda la obligatoria vehemencia la persecución perpetrada por el Estado Islámico. El Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso declaró: “La situación de los cristianos, de los yazidis y de otras minorías exige que los líderes religiosos, principalmente los líderes religiosos musulmanes y las personas involucradas en el diálogo interreligioso, tomen una posición clara y valiente. Todos deben ser unánimes en la condenación inequívoca de esos crímenes y deben denunciar la manipulación de la religión, usada como una justificación”.
Frente a una tercera guerra mundial que está siendo obstaculizada en miles de episodios, el camino a seguir no es ni el pacifismo radical ni el de la respuesta militar masiva. Los católicos deben estar en la línea de frente resaltando la compasión de Cristo por aquellos que sufren y ofreciendo el perdón y la paz de Cristo para aquellos que necesitan desesperadamente la reconciliación.