Otro misionero lucha contra el Ébola: “No me veo embutido en un traje tipo espacial de la NASA para convivir con mi gente”
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Son muchos los misioneros que en estos días viven con la epidemia del Ébola siguiendoles los pasos. Son muchos los familiares que están preocupados por su situación. A través del correo electrónico contactan con ellos preguntándoles por su salud y algún misionero publica en su blog sus inquietudes personales, sus miedos pero también su seguridad y su afán por seguir con su labor de evangelización.
Es el caso de Jose Luis Garayoa, misionero agustino recoleto español. Fue secuestrado por los rebeldes en el año 1998 en la guerra civil que asoló Sierra Leona, pero sus captores no consiguieron amedentrarlo. Volvió en 2005 para trabajar en la misión de Kamabai. Tampoco va a dejar que el Ébola le venza.
Ahora el miedo vuelve a recorrer su vida, pero en este caso el miedo a la epidemia, como él mismo cuenta en su blog: “Tengo miedo, mucho miedo, pero de una entrevista que leí hace tiempo se me grabaron a fuego estas palabras: El miedo es el asesino del corazón humano, porque con miedo es imposible ser feliz y hacer felices a los otros. Solo se puede afrontar el miedo con la aceptación, porque el miedo es resistencia a lo desconocido”, escribía en su blog en el mes de abril cuando ya el Ébola hacía estragos en África pero sus consecuencias no eran primera página en los periódicos europeos.
Ya en aquel momento le llegaban mensajes de teléfono y correos electrónicos preocupados por el brote en Guinea Conakry. En estos mensajes, alguno desde la embajada le invitaban a ser más precavido y a ser posible dejar Sierra Leona. No les ha hecho mucho caso.
“Sé que todos los que me conocéis os sorprenderíais si huyese por temor al contagio. No lo he hecho nunca, y ya no tengo edad para comenzar a hacerlo. Mis noches se llenarían de pesadillas al sentirme traidor a mi pueblo. Así que, con Ebola o sin él, no pienso alterar en lo más mínimo mi salida del País que, si Dios quiere, será la primera semana de septiembre”, contestaba taxativamente.
Una de las cartas, del Ministerio de Educación y del Ministerio de Salud le pide extremar los cuidados: “no comer carne de mono, ni de murciélagos, ni de puerco espines, ni de animales muertos. Tampoco tocar a los enfermos sospechosos, y simplificar los ritos funerarios porque el cadáver podría estar también contaminado”. “Ni me quiero acordar de todos los monos y puerco espines que me he comido celebrando San Francisco Javier, el santo Patrono de Kamayeh”, contestaba él.
De manera irónica hablaba del protocolo del que le han informado: “si en una aldea se multiplican los infectados, aíslan la aldea, dejan morir a todos, y luego incineran el lugar” y él contesta: “No me veo embutido en un traje tipo espacial de la NASA para convivir con mi gente”.
Ya más serio, afirma: “Los misioneros no solemos ser nunca los primeros en abandonar el barco. Tampoco ahora. Si, como dice el Papa Francisco, el pastor debe de oler a oveja, conviviendo cerquita de ellas, con mucha más razón deberá estar presente si el lobo las ataca. Solo el asalariado huye cuando ve llegar el peligro. El buen pastor es el que da la vida por las ovejas. Y eso es amor que de Jesús de Nazareth aprendí.”
“Nuestras vidas siguen estando en las manos de Dios, no en las de un virus así se llame Ebola” termina su comentario. Un testimonio desgarrador, que hoy más que nunca vuelve a estar de actualidad.