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La comunicación dentro de la familia: fuera las malas costumbres

Couple discussing – es

© pio3/SHUTTERSTOCK

Steven Neira - publicado el 01/08/14

Una mala experiencia familiar puede marcar a las personas de por vida

Con ocasión del Sínodo de la Familia convocado por el Papa Francisco, que tendrá lugar entre el 5 y 19 de octubre del 2014 en la Ciudad del Vaticano, he querido profundizar un poco la importancia de la comunicación en la familia, y a su vez lo fundamental que puede llegar a ser en la sociedad actual.

Al igual que el amor, el tema de la familia es una “camisa de once varas”, pues nos abre a un sinfín de subtemas y de casos de los cuales podríamos hablar, sin embargo en este artículo he querido centrarme en la familia como centro de la sociedad. Y es que ciertamente, cuando vemos a una persona y su comportamiento, solemos atribuir sus malas o buenas costumbres a su propia formación y criterio, sin embargo muchos ignoran el papel de una buena o mala familia en la vida de un ser humano.

Recuerdo no hace mucho, una conversación con un compañero de universidad, el cual tenía una serie de problemas afectivos (no demostraba lo que sentía, tachaba de homosexual cualquier tipo de contacto físico entre hombres – incluyendo un abrazo inocente de feliz cumpleaños -, y a su vez consideraba el llorar como una debilidad).

No muchos días después me invitó a almorzar a su casa y bastó observar el comportamiento de su familia, como para poder sacar una serie de conclusiones que fácilmente explicaban el porqué de sus costumbres y criterios. Un padre machista, una madre que nunca demuestra afecto – apenas y se saludaban de lejos al llegar a casa – y unos hermanos que constantemente hacían bromas humillantes con respecto a cualquier muestra de debilidad. Estos ingredientes, daban como resultado – sin duda alguna – a muchos de los criterios que esta persona creía vivamente.

Subestimamos demasiado la importancia de pasar momentos de calidad con la familia. El compartir tiempo en casa se ha reducido a que cada cual vive encerrado en su cuarto, las conversaciones abiertas y sinceras han pasado a ser momentos incómodos que se reservan solamente para “noticias fuertes o lamentables”.

Frente a este panorama, ¿qué podemos esperar de la siguiente generación, sino una serie jóvenes que son incapaces de sostener relaciones interpersonales de manera normal, que puedan mostrar un afecto libre y sin problemas hacia las personas que quiere y ama, que es capaz de ser transparente con lo que siente, he incluso frontal cuando está en desacuerdo?

El olvido. Factor crítico para una familia en crisis.

Al hablar de familia y de actitudes, hemos de hablar necesariamente de costumbres. Es increíble el historial que puede uno encontrar detrás de una simple actitud o criterio. Recuerdo aún uno de los tantos casos que he presenciado, en donde la verdadera amistad desinteresada, cristiana y vivida con entereza, resulta ser para la familia del chico una amenaza que puede incluso mal interpretarse como homosexualidad. Luego, profundizando el asunto – y habiéndose decidido el chico a hablar este asunto de manera frontal con sus padres – resulta que ha sido ésta la forma en que sus abuelos criaron a su padre, y así mismo los padres de sus abuelos.

Para los que ya resolvieron la ecuación pues sí, la solución está en romper con ese círculo vicioso de malas costumbres que desembocan en toda una serie de malas decisiones tomadas en cada generación. Y es aquí donde entra el olvido, pues éste nace de la cobardía de quienes prefieren seguir la corriente de las malas costumbres, reemplazando los malos momentos y posteriormente olvidándolos – hasta que vuelvan a ocurrir – a través de vías de escape como el alcohol o las fiestas, he incluso – y más común – con cuestiones que figuran como “buenas” como son los estudios, el trabajo o el ocio. Ciertamente, aquellas personas llamadas workaholics (adictos al trabajo) suelen entregarse a este estilo de vida con el sencillo objetivo de olvidar sus problemas familiares o personales, o al menos para postergarlos aludiendo que el trabajo es una prioridad mayor.

Profundicemos con corazón abierto esta gran verdad que nos transmite el beato Juan Pablo II: La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida.”  

De allí que comenten un gran error aquellos que piensan que la enseñanza básica de sus hijos está enteramente en las manos de la escuela o el colegio, pues la escuela por excelencia es la familia, que a su vez es Cenáculo de Amor. Vale la pena entonces, aprender a descubrir el verdadero valor de las buenas costumbres en la familia, y a su vez el completo agradecimiento por aquellos que aún gozamos de tener a nuestros padres y hermanos entre nosotros, pues aunque la muerte es tan solo la puerta a la vida, el amor que vivimos aquí es ciertamente lo que le da el sentido a las cosas que hacemos. Regla de oro pues, para terminar: Si aquello que haces, aquello por lo que te desvives, no lo haces con y por amor, no tiene mayor sentido ni trascendencia, sino que está destinado a desaparecer, y tus sueños e ilusiones junto con ello. 

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