Hay que adoptar nuevas formas de migración legal y segura y sobre todo programas de auténtico desarrollo en los países de origen
En los últimos meses se ha hablado mucho del problema de los migrantes en el mundo y del drama de los niños que se desplazan solos en busca de sus padres o de mejores oportunidades de desarrollo, cruzando nuestra patria hasta los Estados Unidos.
El cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, ha visitado México representando al Papa Francisco, para reflexionar sobre estos temas, con diplomáticos y políticos de todos los países implicados en Centro y Norteamérica. Su presencia le ha dado una proyección internacional de gran alcance.
No podemos olvidar que uno de los primeros signos internacionales manifestados por el Papa, hace ya un poco más de un año, fue su cercanía con los migrantes africanos que llegan a Europa.
Son miles los que, expulsados por la pobreza y la violencia, buscan en las naciones ricas europeas una mejor oportunidad para alcanzar una vida más digna, pero la mayor parte de las veces solo encuentran indiferencia, o incluso, la muerte.
Desde la emblemática Isla de Lampedusa, en Italia, donde los migrantes llegan en calidad de desechos humanos, el Papa Francisco ha lanzado una voz de alarma: no podemos acostumbrarnos al sufrimiento de los más pobres, no debemos envolvernos en nuestro egoísmo frente a las necesidades de nuestros hermanos.
El primer contacto del Papa con el gobierno mexicano y algunos latinoamericanos se ha dado esta semana en la Ciudad de México, a través del cardenal Parolin, a fin de provocar respuestas sensibles y comprometidas a esta realidad humana.
No es suficiente el ejemplar apoyo que se da a los migrantes de parte de la población, de manera espontánea al paso por nuestros caminos; no basta el apoyo organizado de los albergues, la mayor parte de ellos en manos de la Iglesia católica, a través de religiosos, sacerdotes y laicos comprometidos.
Se requiere mucho más; ha dicho en Papa en su mensaje: “Debemos pasar de una actitud de defensa y de miedo… a la cultura del encuentro, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno”.
Esta propuesta del Papa lleva a analizar el problema de una manera totalmente distinta: de nada sirve tomar medidas de rechazo, militarizando las fronteras y construyendo bardas absurdas, como se hace en los Estados Unidos.
Es totalmente inadmisible abusar de los migrantes y tratarlos como delincuentes, como se hace en México mediante la complicidad y la corrupción de muchas autoridades.
Los niños migrantes no son “indocumentados”, son niños que merecen todo el respeto y la protección de la sociedad y de los gobiernos. Los demás migrantes no deben ser tratados como criminales, sino como personas con derechos y dignidad.
La solución pasa por acuerdos internacionales que “adopten nuevas formas de migración legal y segura”, pero sobre todo, programas de auténtico desarrollo en los países de origen.
¿Hasta cuándo entenderá el gobierno estadounidense que es mejor invertir en educación, salud y oportunidades de trabajo en nuestros países que en sus inútiles y costosas estrategias militares?
¿Hasta cuándo daremos una solución a la inhumana travesía de migrantes por nuestro país a través de la vergonzosa ruta ferroviaria montados en la “Bestia”?
Una vez más, el Papa Francisco pone el dedo en la llaga de nuestra cultura egoísta e irresponsable. No bastan respuestas políticas de “maquillaje”.
Artículo publicado por Desde la fe