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Obispo emérito de Sucre: Un cristiano convencido ¿es una amenaza?

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A Majeed

Aleteia Team - publicado el 24/06/14

El cristiano no puede confundir mansedumbre con indiferencia ante los perseguidos, maltratados o víctimas de la violencia

Cuando se escribieron los evangelios, hoy el evangelio está tomado del evangelista Mateo 10,26-33, correspondiente al domingo duodécimo del tiempo ordinario, la comunidad cristiana, la Iglesia, ya tenía experiencia de las persecuciones y sufrimientos a causa del seguimiento de Jesucristo. Hoy en el siglo XXI, los cristianos de convicción, al igual que entonces, en el primer siglo, tenemos también la experiencia de la persecución por ser testigos de la verdad y defensores de la justicia. Por ello, las palabras de Cristo: “no tengan miedo a los hombres… que matan al cuerpo pero no pueden matar el alma” son válidas y reales y nos es muy necesario meditarlas profundamente.

En la primera lectura de este domingo, tomada del profeta Jeremías 20,10-13 se nos relata la situación del profeta Jeremías. Él es un profeta prototipo de todo profeta sufriente, despreciado, perseguido. Ejerció su ministerio en tiempos de grandes confusiones. Fue visto como una gran amenaza porque insistía en que Israel no debía hacer alianzas humanas, al contrario, debía solamente apoyarse en Dios. El profeta tuvo la tentación de abandonar su ministerio. Pero la seducción de Dios es más fuerte, Dios fue su único apoyo.

Todo cristiano que vive su fe con convicción se convierte en una amenaza para la tranquilidad de conciencia de los que practican la mentira, la injusticia, el fraude, para todos aquellos que se sienten corregidos. La mayoría no aceptan la corrección pues en lugar de una ayuda, la reciben como un meterse en sus vidas, y quieren seguir a sus anchas en las tinieblas del pecado. Por eso no es necesario reflexionar sobre estas palabras del apóstol Pablo: “si tratara de agradar a los hombres, no sería servidor de Cristo” (Gal 1,10).

Jesús dijo a sus discípulos que no eran del mundo pero que estaban en el mundo y que el mundo los perseguiría. Hay cierto antagonismo entre el cristiano y el mundo. Hasta el pacifismo del cristiano es visto mal, por muchos que lo toman como una agresión y por ello atacan con ultrajes, calumnias y otras acciones parecidas. El cristiano no puede confundir mansedumbre con indiferencia ante los perseguidos, maltratados o víctimas de la violencia. Hay que rechazar el mal y luchar contra él, pero nunca contra el que hace el mal o comete injusticias.

Todos pasamos momentos de dificultad en el seguimiento de Cristo e intentamos buscar y trabajar para la justicia y la verdad. A veces las dificultades nacen en nuestro interior: la tendencia a lo fácil, la flojera en el seguimiento fiel a Jesús. Otras veces, las dificultades vienen de la sociedad que nos quiere arrastrar hacia el mal, a la corrupción de costumbres. Hay que recordar que Jesús no nos prometió que las cosas nos habrían de ir bien. Al contrario, nos advirtió que tendríamos problemas y dificultades, como sucedió al mismo Jesús por ser fiel a la voluntad del padre.

Por tres veces, en el evangelio de este domingo Jesús nos dice: “no tengan miedo”. Hoy debemos recordar lo que leemos en el evangelio de Mateo 5,11 “dichosos serán ustedes cuando les persigan, y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa de mí”. De diferentes formas Jesús afirma que habrá dificultades y persecuciones y que nuestra suerte no sería mejor que la del Maestro.

El mejor de los ejemplos no son Jeremías y el apóstol Pablo, sino que es el mismo Jesucristo quien después de una vida de contradicciones, especialmente con los jefes religiosos y políticos, terminó muriendo en la cruz. Jesús, no obstante tantas persecuciones, no se echó atrás y siguió haciendo escuchar su voz profética, anunciando el Reino de Dios y denunciando la corrupción moral y la social. Toda clase de corrupción nace del interior del corazón como afirma Jesucristo.

En un mundo donde hablamos y nos lamentamos tanto de la ausencia de valores hay que tomar en serio las palabras de Jesús en el evangelio nadie puede quitarnos lo más valioso que es la libertad interior. Pueden quitarnos los bienes materiales, la fama, la integridad física. Nadie puede quitarnos la capacidad de pensar bien, la gracia de Dios. El peor daño que pueden hacernos con la persecución es crear en nosotros un profundo resentimiento y engendrarnos el odio. Siempre estará como fuerza para nosotros la providencia divina quien nos cuida y defiende y nos da fortaleza para vencer el mal con el bien. Dios no falla nunca. La fe en la providencia está basada en la palabra de Dios. Hay que cuidarse siempre del miedo porque puede atenazar nuestra fe.

Mons. Jesús Pérez Rodríguez, OFM, arzobispo emérito de Sucre. Artículo originalmente publicado por Iglesia Viva

Tags:
cristianismocristianos perseguidoslibertad religiosa
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