Podemos construir la unidad sólo desde el amor, ese amor que nos une y pacifica, que reconcilia y sana, desde la diferencia, siempre respetando
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El vínculo de la paz es el que nos une a todos. Pero, para que haya paz, hace falta el perdón y la reconciliación. La unidad es posible aunque haya habido heridas y división. Muchas veces la división es fruto del rencor, del odio acumulado, de la incapacidad para perdonar las ofensas y las heridas.
¡Cuánta gente vive hoy consumida por el dolor de no saber perdonar! ¡Qué difícil perdonar y volver a confiar cuando nos han fallado, cuando no han cumplido las expectativas que teníamos, cuando han sido infieles a aquellas promesas asumidas libremente! ¡Qué difícil borrar las heridas y no volver a echar en cara el mal causado! Tenemos muy buena memoria para lo malo. No olvidamos y pasamos cuenta siempre.
Vivir en comunión exige un paso hacia delante, un paso hacia el perdón. No hay comunión sin reconciliación. Pedir perdón, perdonar, limpiar, dejar el camino limpio de recuerdos que impiden caminar con libertad. Construir la paz es posible desde el perdón.
Decía el Papa Francisco: «Es necesario realizar gestos de humildad, de fraternidad, de perdón, de reconciliación. Estos gestos son premisa y condición para una paz auténtica, sólida y duradera. Pidamos al Padre que nos unja para que seamos plenamente hijos suyos, cada vez más conformados con Cristo, para sentirnos todos hermanos y así alejar de nosotros rencores y divisiones, y amarnos fraternalmente».
Una paz de un mundo nuevo. La unidad es posible cuando nos sabemos unidos los unos a los otros en una misión común. No es posible cuando dividimos, cuando hacemos partidos, cuando marcamos a los demás como diferentes.
Decía el Padre Kentenich al hablar del hombre nuevo: «Se esfuerza por una profunda unión interior con las personas. Por un estar interiormente uno en el otro, con el otro y para el otro. Una conciencia de responsabilidad de uno por el otro, responsabilidad anclada en Dios»[1].
Podemos construir la unidad sólo desde el amor. Ese amor que nos une y pacifica, que renueva la faz de la tierra. El amor que reconcilia y sana. Decía el Papa en la cumbre de oración por la paz: «Un camino en busca de lo que une, para superar lo que divide». Unir a partir de las diferencias.
Somos diferentes. Esas diferencias muchas veces nos alejan. Construir a partir de las diferencias es muy difícil. Vemos enemigos por todas partes. Basta con que alguien piense de forma diferente en algún punto, para que lo tachemos de enemigo, para que nos cerremos y blindemos, para que evitemos su cariño y su amistad.
La unidad pasa por aprender a convivir con las diferencias. Sin esa actitud constructiva no resulta. La unidad es un don que se construye con pasión. Dios es comunión. Nosotros comemos de un mismo cuerpo y de una misma sangre. Eso nos une en un mismo amor. Estamos llamados a la comunión. A unir desde la diferencia, siempre respetando. A construir la paz desde el amor.
El secreto de la vitalidad de Schoenstatt, Tomo I