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​Para creer y amar, más que cumplir normas… ¡salta!

A child jumping into the arms of his father – es

© Public Domain

Carlos Padilla Esteban - publicado el 19/06/14

Cada día Dios nos sueña, nos dibuja, nos compone, nos diseña, nos pinta, nos construye, nos levanta, nos eleva

Dios es amor. Es un Dios que ama. Es el amor que se da en la comunidad perfecta del Padre, con el Hijo, en el Espíritu Santo. Trinidad es amor. Un Dios hogar, porque en la comunión es donde Dios se hace visible.

El fruto de ese amor entre el Padre y el Hijo es el Espíritu Santo que se nos regala, que nos capacita para amar. Dios no es soledad, es comunidad, es encuentro. No es bueno que el hombre esté solo. No es bueno que Dios esté solo.

Dios creó al hombre para seguir amando, para que el amor trinitario se hiciera presente en nosotros. Se abaja hasta nuestra nada para llenarla de su presencia. El amor nunca es pasivo. Es creativo. El amor busca, está en movimiento, crece, se alarga, se desplaza, cambia. El amor se dona. No se guarda. Porque el amor que se guarda, se seca.

Dios se hace amor partido para los hombres. Un amor que es renuncia. Porque la caridad de Dios se derrama sobre nosotros sin esperar nada. Se desborda aunque el hombre no reconozca el amor.

Es un amor que renuncia por amor. Que busca enaltecer, levantar, sostener. Dios nos ama de una forma que no valoramos. Un día leí: «Creer es la certeza temblorosa del amor».

Hoy queremos creer así. No creer un conjunto de normas, sino creer, dando un salto en el vacío, que Dios nos ama a cada uno, que me ama aunque sea de noche a veces y no vea nada. Aunque tiemble, aunque sufra, aunque me olvide. Dios me ama. Esa es la verdad más grande de mi vida.

Queremos también decirle a Dios que sí, desde lo que somos, sí a sus planes. Sí a que me lleve en sus manos, a que lleve el timón de la barca. Porque confiamos. Porque hemos conocido, cada uno, el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.

Aunque  nos ofusquemos siguiendo nuestros planes. Es verdad, a veces olvidamos que sus planes son planes de amor y plenitud. Le volvemos la espalda. Preferimos vivir sin su amor. Que no nos toque. No lo tocamos.

Cerramos la puerta a su presencia. No nos creemos que nos ame de forma incondicional. Creemos que su amor depende de nuestro comportamiento. Creemos que nos ama más si nosotros le queremos. Por eso huimos acobardados cuando pecamos, cuando nuestro amor es pobre, cuando tropezamos y caemos.

Nos alejamos negando su amor, negando nuestro mismo amor. No sabemos que su amor nos salva y nos devuelve la dignidad. Porque Dios no sólo nos ha creado por amor. Dios nos recrea cada día por amor.

Nos sueña, nos dibuja, nos compone, nos diseña, nos pinta, nos construye, nos levanta, nos eleva. Sí, Dios no se cansa de recrear su obra maestra.

Ha creado un mundo imperfecto que anhela ser perfecto. Un mundo finito que sueña con la eternidad. Un mundo donde hay mal, dolor, pecado, y sueña con ser reflejo del rostro inmaculado de María.

Sí, Dios no se cansa de recrearnos. Es lo que significa que hemos sido salvados. Somos salvados para una vida plena. Pero ya en camino somos ese cuerpo místico de Cristo en el que se manifiesta torpemente su amor infinito.

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