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Los tres Gólgotas de la Iglesia polaca en la Segunda Guerra Mundial

German soldiers killing Polish people – es

© Public Domain

Gerardo Rodríguez - publicado el 12/06/14

Hablamos de Toruń, el Fuerte VII y el bosque Barbarka

En la última entrega aparecieron estas tres locaciones. Atendiendo al objetivo de estos artículos creo que es importante enmarcar el contexto histórico y situar adecuadamente las circunstancias del martirio del clero polaco. Algunos conceptos ya han sido vertidos pero en beneficio de una mayor claridad este artículo se dedica enteramente a subrayar la coyuntura histórica.

Toruń

En los años 1920 y 1939 la ciudad de Toruń fue la capital de la provincia de Pomerania. También era el centro de la vida política, cultural y científica de los polacos de la región. Aquí se encontraba una gran parte de la así llamada intelectualidad polaca y personas que se destacaban en los campos político y social.

En la propaganda de guerra de la Alemania nazi – como uno de los argumentos para justificar la agresión contra Polonia – aparecía el tema de una Pomerania étnicamente alemana, que "debía volver" al Reich, lo que también sucedió demasiado pronto en virtud del decreto de Adolf Hitler del 8 de octubre de 1939. Mientras tanto, en el momento del estallido de la guerra, por ejemplo la minoría alemana en Toruń, constituía sólo un 1,5 por ciento de la población total. De ahí que la intención de los ocupantes para cambiar estas relaciones sólo tomó un corto período de tiempo, los hechos hablan por sí mismos. Precisamente se había ideado un plan que preveía el exterminio y las deportaciones en masa de los polacos, una total germanización adecuada a este grupo de la población y una amplia colonización de Pomerania por los alemanes, no sólo desde el Reich, sino también de muchos otros países de Europa: Lituania, Letonia, Estonia, Rusia.

Los historiadores coinciden al afirmar que en el asesinato de los polacos o en su deportación participaron activamente los alemanes de Pomerania, que ya antes se habían dado a conocer como enemigos declarados de la identidad polaca. Por envidia, o por motivos personales o por el ansia de obtener beneficios materiales los representantes de la minoría alemana en Polonia estaban dispuestos a todo. Para el reconocimiento de las familia polacas que resultaban “incómodas” para el Reich sólo se requería encontrar a dos testigos que expresaran vagamente una frase tal, como "odia todo lo que es alemán y es un polaco fanático ", y el destino de toda la familia estaba sellado.

Otros métodos de discriminación contra los polacos en los primeros meses de la ocupación se asemejaban notablemente a algunas de las redadas posteriores, tan característico en Varsovia y en otras ciudades del Gobierno General. En las ciudades de Pomerania, tales como Gdynia, Grudziadz, Bydgoszcz y Toruń, el ejército, la policía alemana y los Volksdeutsches o alemanes étnicos organizados en el Selbstschutz rodeaban los barrios habitados por polacos, buscando casa por casa, departamento por departamento, y luego sobre el terreno o en cárceles improvisadas clasificaban a los detenidos – por lo general de acuerdo a una lista de nombres previamente preparada – para ser encaminados hacia la muerte, o a un campo de concentración o también la deportación.

Todas las ordenanzas de las autoridades alemanas ya a principios de la guerra estaban dirigidas a marginar a los polacos de la vida pública. Disolvieron las asociaciones polacas, organizaciones y partidos políticos. En las calles estaba mandado que debían inclinarse ante la presencia de los alemanes uniformados y cederles el paso. El cuarto punto de un anuncio de la policía del 27 de octubre de 1939 decía: "En los almacenes y los mercados deben ser atendidos primero los representantes del poder ocupante, los miembros de sus familias y todos los ciudadanos alemanes, y sólo después los vencidos." Y así terminaba el párrafo: "Esos polacos, que no han entendido todavía que son los vencidos, y nosotros los vencedores, y que quieran contrarrestar los reglamentos anteriores, serán sometidos a castigos severísimos." Además introdujeron la prohibición total del uso de la lengua polaca. Las personas que cometían infracciones frente a estas disposiciones, eran golpeadas o perseguidas, obligándoles a realizar trabajos forzados y otras actividades que atentaban contra la dignidad humana.


A mediados de septiembre de 1939 los alemanes lanzaron en toda Pomerania la creación de un aparato policial, con la participación a nivel local de alemanes étnicos de confianza. Esta organización de masas, especialmente criminal en esta parte de Polonia, fue denominada Selbstschutz y funcionó formalmente hasta finales de 1939, aunque más tarde muchos de sus activistas continuaron colaborando como empleados en las SS y la Wehrmacht. Los cuadros directivos del Selbstschutz fueron entrenados para matar por oficiales de las SS. En la propaganda oficial alemana esta organización tenía que cumplir el rol de autodefensa para los alemanes frente a la supuesta amenaza mortal de los polacos.

Lo característico de la ciudad de Toruń es que el Selbstschutz local comenzó ya a operar el 8 de septiembre 1939, es decir, el día después que la ciudad fue ocupada por la Wehrmacht, lo que da fe de la preparación previa de los alemanes locales para la guerra. El líder local del Selbstschutz fue Rudolf Preuss, propietario de una imprenta y el supervisor del distrito era un oficial de las SS llamado Kurt Zaporowicz, hijo de un empleado de la oficina fiscal de la ciudad antes de la primera guerra mundial. Este último más tarde adoptó el apellido de su madre: Görtz.

Los miembros de la organización fueron indispensables para las autoridades de ocupación como personas conocedoras del terreno y del ambiente. Mientras vivían entre los polacos, estos artesanos, comerciantes, funcionarios, agricultores de origen alemán sabían perfectamente quiénes eran sus clientes, vecinos y compañeros de trabajo a menudo recientes.
Una carta de Rudolf Preuss de octubre de 1939 señalaba que el Selbstschutz de Toruń contada con 560 personas, de las cuales 180 miembros estaban a tiempo completo. Este grupo relativamente pequeño de personas armadas fue suficiente para aterrorizar a la ciudad. Envenenados por la propaganda nazi, y al mismo tiempo codiciosos ante cualquier bien material, los miembros del Selbstschutz sin la menor vacilación entregaban a los polacos a la muerte delatándolos ellos mismos, después de lo cual tomaban el control de un comercio en la calle central de la ciudad, o el mejor apartamento equipado.

El 15 de octubre de 1939, en la gran manifestación de los miembros del Selbstschutz reunidos en el teatro de la ciudad, el principal orador fue el propio jefe de la organización en toda Pomerania, el hombre de las SS Ludolf von Alvensleben: "Vosotros, mis hombres del Selbstschutz, sois los hombres que debéis procurar que a cualquier polaco en esta ciudad alemana ya no se le cruce más por la mente hablar en polaco La suavidad y la debilidad nunca han construido nada. Debéis ser implacables y eliminar todo lo que no sea alemán”.
Fuerte VII

En primer lugar, en las redadas de la mañana desde el 17 hasta el 21 de octubre de 1939, fueron detenidos altos oficiales, maestros, sacerdotes, médicos, abogados, activistas que se destacaban en el campo social en el período de entreguerras y los polacos más ricos. Un gran grupo estaba constituido por maestros y jóvenes de 16 a 20 años. El lugar donde agruparon a todos, cerca de 1.200 personas detenidas de esa forma, fue el antiguo Fuerte VII que se convirtió en prisión provisional, una fortaleza prusiana de la segunda mitad del siglo XIX, situada en las afueras de la ciudad. Trajeron a los prisioneros al Fuerte VII haciéndolos comparecer frente a una comisión de varios miembros de la gestapo y de alemanes étnicos locales.

Entre los alemanes étnicos había comerciantes, el dueño de una librería, un farmacéutico, el sepulturero del cementerio evangélico, un abogado, un ingeniero y uno de los mayores sádicos – el carpintero Karl Strauss, quien era el comandante de Fuerte VII.


En celdas frías y húmedas del Fuerte, un espacio pensado para ubicar entre seis y doce soldados, amontonaron entre 50 y 80 personas. En las noches los prisioneros dormían sobre el piso de hormigón; sólo un poco de paja esparcida era el “lecho” para dormir. Los que estaban destinados a ser fusilados eran colocados en la celda de la muerte donde ya no recibían ni comida ni bebida. Antes de su traslado para ser fusilado por lo general estaban vestidos con el uniforme de la prisión y la cabeza rapada.

La Comisión que se ha mencionado anteriormente, condenó a muerte, entre otros, al inspector escolar Victor Lesniewicz y a muchos maestros polacos, al Presidente de la Cámara de Agricultura de Pomerania el terrateniente Juan Donimirski, al presidente de la Sociedad Agrícola de Pomerania Lech Czarlinski, a los abogados Pablo Ossowski y Pablo Strzyżowski, al Inspector del Ferrocarril George Gajdus, al concejal del municipio Francisco Wieck y sus dos hijos, al empleado de la Dirección de Bosques del Estado Mieczyslaw Ziolkowski,

Entre los sacerdotes católicos están Antonio Januszewski y Juan Menzel. En suma por el Fuerte VII pasaron unos 60 sacerdotes, entre ellos el beato Vicente Frelichowski (26 años, vicario de la iglesia de Santa María en Toruń), conocido comúnmente por su buen espíritu en este lugar de tormento. Desde el Fuerte VII los alemanes lo trasladaron más tarde, como a muchos de sus compañeros de prisión, a Stutthof, y luego a Dachau, donde después de muchos sufrimientos y enfermedades murió el 23 de febrero de 1945.

El bosque Barbarka

Hasta el 26 de octubre de 1939 los que tenían la custodia de los detenidos en el Fuerte VII eran las autoridades de la Wehrmacht con la cooperación de la policía y del Selbstschutz. A partir de ese día se hizo cargo de todo el Selbstschutz bajo el liderazgo del carpintero Karl Friedrich Strauss. Ya después de dos días, comenzaron las ejecuciones masivas de prisioneros en un bosque distante unos cinco kilómetros denominado Barbarka. Las ejecuciones se llevaron a cabo también en otros lugares – en los bosques cercanos a Przysieka y en una cantera de grava en el distrito forestal de Olek.

Después de la guerra, no se pudo encontrar testigos directos de las ejecuciones en Barbaka. Varias veces, de hecho, ocurrió que los hombres del Selbstschutz llevaron a un grupo de prisioneros del Fuerte para cavar las tumbas, y luego les ordenaban retirarse a una cierta distancia de los lugares de ejecución, lo que hizo posible la observación de algunos detalles. Uno de ellos, Eugene Horak, que sobrevivió a la guerra y más tarde se estableció en Szczecin, así escribió en su carta al "Mensajero de Szczecin" (17.06.1969): "… Nos dieron palas para cavar la tumba de aquellos seis que tenían que ser fusilados. La ejecución la dirigió el mismo Karl Strauss. Los convictos fueron llevados al bosque. Sus bocas fueron bloqueadas con yeso o también con cal para no gritar – ¡Viva Polonia! Es difícil describir esta escena, a pesar del hambre, no fuimos capaces de comer durante tres días. ..” .

Se encontraron también personas ajenas al grupo de prisioneros que – como escriben Tadeusz Jaszowski y Czeslaw Sobecki en su libro, "Testigo silencioso" – fueron testigos de estos crímenes en el bosque de Barbarka. Uno de ellos, un trabajador forestal, Walenty Kluska, residente de Rozankowo (distrito de Torun), entró a trabajar en el sector forestal de Barbarka, durante octubre y noviembre de 1939, varias veces escuchó disparos en el bosque, gritos humanos y el canto – la oración: "¿Quién viene en mi auxilio? ", por lo tanto se decidió a comprobar de qué se trataba todo esto (…) … Deliberadamente escondido en el bosque en este punto, tuvo la oportunidad de observar en varias ocasiones las ejecuciones. También vio vehículos trayendo prisioneros. Siempre llegaban dos camiones: uno con las víctimas, y el otro con personas uniformadas, que formaban el pelotón de fusilamiento.

Durante la exhumación llevada a cabo en el bosque de Barbarka después de la guerra, el 24 de septiembre y el 19 de octubre de 1945, se descubrieron siete fosas comunes con un ancho de 2 a 4 metros y una longitud de 3,5 a 4,7 metros. Las tumbas señaladas por los trabajadores forestales en su mayoría ya estaban vacías. Sin embargo, fue posible establecer el lugar donde los alemanes quemaron los cuerpos de las víctimas antes del final de la guerra. En una tumba sí se encontraron cadáveres. Extrajeron de ella 87 cuerpos humanos con disparos en el pecho y en el cráneo. Exhumaron los restos y los enterraron en el cementerio de Grudziądz de Toruń.

El Fuerte VII fue desmantelado como prisión el 10 de enero de 1940, los prisioneros sobrevivientes fueron trasladados a los campos de concentración, principalmente a Stutthof.

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