La solución está en una más y mejor pastoral matrimonial
Tuve el gran honor de asistir como auditor al Sínodo para la Nueva Evangelización. Allí conocí y conviví con otro asistente que forma parte su fundación. Me habló de Vd. y le hablé de Vd. Me dio un libro suyo, que leí con atención por las noches. Mi opinión cambió: V.E. es un gran teólogo, tiene un gran corazón y reflexiona rezando.
He dudado en si tomar parte en la discusión sobre si los divorciados que han contraído una nueva unión pueden o no acceder al sacramento de la Eucaristía. Pero lo hago después de leer de nuevo el Documento de Aparecida, tan citado en el Sínodo. Los laicos debemos hablar.
Sinceramente creo que los fieles divorciados que conviven maritalmente con otra persona no deberían acercarse a la comunión eucarística y sí a la espiritual ya que la presencia de Jesucristo no es forzada en este último caso sino libre. Él decidirá su grado de presencia. Tradicionalmente la Iglesia ha protegido cuidadosamente la eucaristía de todo tipo de abusos. No es bueno para el ser humano acercarse a comulgar con sombra de pecado grave. El caso es especialmente duro para el cónyuge abandonado que ha encontrado a otra persona y conserva la fe.
Es posible que muchos matrimonios sean nulos. También es cierto que muchos tribunales eclesiásticos son laxos (se lo dice el Papa todos los años a La Rota). Pero- ¡ojo!- aquí tenemos también un grave problema planetario de pastoral familiar. La Iglesia ha sido siempre muy cuidadosa en registrar los matrimonios y en que el testigo de los mismos sea cualificado. Sin embargo, ¿es aceptable que el clérigo yerre el 50% (se ha dicho) en saber si los novios tienen las debidas disposiciones? Quiero huir de la exageración y sé perfectamente que cuando dos se quieren casar, acaban haciéndolo donde sea y como sea. Eso pide a gritos más y mejor pastoral de familia.
No pretendo reñir a los sacerdotes u obispos que cometen a menudo errores de discernimiento, al igual que no puedo de ninguna manera negar que muchos médicos han errado al evaluar a curas pedófilos e informar a sus obispos de que ya estaban “curados” sin estarlo…
Me preocupan los millones de adolescentes y jóvenes que no viven la castidad, quizá porque nadie les ha propuesto una solución positiva: oración, sacramentos, recurso a María, visión gozosa, deporte, recomenzar y recomenzar. ¡Es heroico ser completamente abstinente hasta los 30 años en que se casan! Quizá deberíamos prepararlos para casarse antes y mejor.
La doctrina sobre la abstinencia de aquellas personas con arraigadas tendencias hacia el mismo sexo también es exigente. Y, sin embargo, es más sana de lo que pensamos.
Los militares o marineros que no tienen o no ven a sus esposas durante meses, ¿no son casos tristes? Y, sin embargo, masturbarse, acudir a prostitutas en cada puerto o usar la pornografía es mucho peor que ser castos. Los laicos y los sacerdotes podemos y debemos consolarles, pero no podemos aceptar el matrimonio colonial. En este mundo estamos de paso y de prueba. El tiempo limita los sufrimientos y la prueba genera mérito y belleza ante Dios.
¡Dios guarde a V.E. muchos años!
Artículo publicado en el blog de la FIAMC