“No tengáis miedo”, anima recordando las palabras del ángel a las mujeres la mañana de la resurrección de Jesús
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El Papa Francisco ha impartido este domingo a medio día en la plaza de San Pedro la bendición Urbi et Orbi y en su alocución para la Pascua ha puesto su mirada sobre las personas que sufren hambre, abandono, enfermedad o maltratos en países como Siria, Tierra Santa, Centroáfrica, Guinea Conakry, Sierra Leona, Liberia, Ucrania y Venezuela.
El Papa Francisco en su Mensaje de Pascua ha llamado a la paz y a la reconciliación en esas tierras martirizadas por la enfermedad, la caristía, la guerra, el hambre y la violencia.
Así como en la evocación de la Pasión de Cristo del Viernes Santo, el Santo Padre en su mensaje ha pedido a la humanidad que confíe en Cristo para mitigar los sufrimientos de los más débiles.
El Papa ha evocado la vocería de las mujeres en la resurrección de Cristo y ha propuesto las palabras que el ángel les ha dirigido para decirles que Jesús ya no está en el sepulcro: ¡Vengan a ver! (Mt 28,5-6).
“En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte”. (Ver abajo discurso completo del Santo Padre, Francisco).
Por último, el Papa ha concedido la bendición de absolución de los pecados a todos los fieles presentes en la plaza y a los que han seguido a través de los medios de comunicación la celebración.
El Papa ha hecho los saludos a los fieles y ha agradecido por las flores que han engalanado la Plaza de San Pedro provenientes de los Países Bajos.
Mensaje completo del Santo Padre, Francisco
Queridos hermanos y hermanas, Feliz Pascua.
El anuncio del ángel a las mujeres resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo: «Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado.
No está aquí. Ha resucitado… Venid a ver el sitio donde lo pusieron» (Mt 28,5-6).
Esta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado, ha resucitado.
Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo.
El mensaje que los cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte.
En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte.
Por esto decimos a todos: «Venid y veréis».
En toda situación humana, marcada por la fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena Nueva no es sólo una palabra, sino un testimonio de amor gratuito y fiel: es un salir de sí mismo para ir al encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido…
«Venid y veréis»: El amor es más fuerte, el amor regala vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto.
Con esta gozosa certeza, nos dirigimos hoy a ti, Señor resucitado.
Ayúdanos a buscarte para que todos podamos encontrarte, saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos; que podemos amarte y adorarte.
Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices.
Haznos disponibles para proteger a los indefensos, especialmente a los niños, a las mujeres y a los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al abandono.
Haz que podamos curar a los hermanos afectados por la epidemia de Ébola en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y a aquellos que padecen tantas otras enfermedades, que también se difunden a causa de la incuria y de la extrema pobreza.
Consuela a todos los que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres queridos, por haber sido injustamente arrancados de su afecto, como tantas personas, sacerdotes y laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo.
Conforta a quienes han dejado su propia tierra para emigrar a lugares donde poder esperar en un futuro mejor, vivir su vida con dignidad y, muchas veces, profesar libremente su fe.
Te rogamos, Jesús glorioso, que cesen todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande, antigua o reciente.
Te pedimos por Siria: que cuantos sufren las consecuencias del conflicto puedan recibir la ayuda humanitaria necesaria; que las partes en causa dejen de usar la fuerza para sembrar muerte, sobre todo entre la población inerme, y tengan la audacia de negociar la paz, tan anhelada desde hace tanto tiempo.
Te rogamos que consueles a las víctimas de la violencia fratricida en Irak y sostengas las esperanzas que suscitan la reanudación de las negociaciones entre israelíes y palestinos.
Te invocamos para que se ponga fin a los enfrentamientos en la República Centroafricana, se detengan los atroces ataques terroristas en algunas partes de Nigeria y la violencia en Sudán del Sur.
Y te pedimos por Venezuela, para que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la concordia fraterna.
Por tu resurrección, que este año celebramos junto con las Iglesias que siguen el calendario juliano.
Te pedimos que ilumines e inspires iniciativas de paz en Ucrania para que todas las partes implicadas, apoyadas por la comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del País.
Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de la Tierra: Tú, que has vencido a la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz.
Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz pascua!