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La trata y el tráfico de seres humanos: una dura realidad en EE.UU.

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Jaime Septién - publicado el 05/03/14
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Los Ángeles y el sur de California, zonas donde este problema es significativo

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No obstante los intentos de muchas organizaciones defensoras de los derechos humanos y de la Iglesia católica, junto con otras iglesias y confesiones religiosas en Estados Unidos, la trata y el tráfico de seres humanos sigue siendo una dolorosa y dura realidad.
 
La revista Vida Nueva de la arquidiócesis de Los Ángeles, en el Estado norteamericano de California, ha publicado un artículo en el que desmenuza este fenómeno y alerta a la comunidad a que se involucre, denunciando a las autoridades a los posibles traficantes de humanos y sea posible liberar a las víctimas.
 
Un crimen privado
 
Por lo pronto, la Coalición para Abolir la Esclavitud y el Tráfico Humano (CAST, por sus siglas en inglés), calificó de “grave” la realidad de esta moderna esclavitud –como la ha llamado el Papa Francisco– en diferentes ciudades de Estados Unidos, especialmente en Los Ángeles y ciudades circunvecinas donde cada año, hombres, mujeres y niños son traídos y mantenidos cautivos con fines de explotación.
 
CAST junto a otras organizaciones –que incluyen estudiantes y trabajadores así como víctimas de trata de personas— han realizado una serie de marchas y de actos conjuntos para mostrar a la gente que, frente a este flagelo, no se pueden quedar con los brazos cruzados.
 
Kay Buck, Directora Ejecutiva y presidenta del consejo directivo de CAST aseguró a Vida Nueva que el tráfico de personas “es un tipo de crimen difícil de combatir porque no es público; es un crimen privado y hay una falta de educación sobre cómo identificar a las víctimas y denunciarlo a las respectivas autoridades”.
 
“Se trata ahora de alzar el interés sobre este tema, de que eso pasa en nuestra vecindad y tenemos que hacer algo. Las víctimas pueden ser la doméstica que trabaja en Beverly Hills, Culver City, Pasadena, lugares donde están atrapadas en una casa trabajando dieciocho horas al día, siete días a la semana y no son pagados”, denunció Buck.
 
“Las víctimas en su mayoría vienen de México, Filipinas, Tailandia, países de África y el Este de Europa para ser explotadas sexualmente, como domésticas, empleadas en fábricas y en el caso de los hombres, en los campos de cultivos, donde no les pagan lo justo, y tienen que sufrir mucha soledad; a eso se le llama tráfico y esclavitud moderna”, agregó Buck en su conversación con Vida Nueva
 
Que la gente sepa cómo actuar
 
Las organizaciones encargadas de perseguir a los tratantes y de denunciar este crimen sostienen que la comunidad tiene mucho que ver cuando se trata de salvar a las víctimas del tráfico humano; primero denunciando si ven algo sospechoso en su vecindad, o cuando el comportamiento de algunos adultos y niños es extraño. Por otro lado se debe denunciar cuando se compruebe directamente que las personas son explotadas en las fábricas, tiendas o en viviendas.
 
La hermana Katherine Bryant de la organización Hermanas Católicas, aseguró que el tráfico humano es un problema que está a la vista de todos. Muchas personas de diferentes razas son obligadas a trabajar como niñeras y sirvientas, limpian casas y no se les paga.
 
“Tenemos personas en el centro de Los Ángeles trabajando en fábricas de ropa cuyos salarios no son ni siquiera el mínimo que la ley establece y tienen que dormir ahí mismo”, agregó la religiosa a Vida Nueva, quien además dijo que “la población no está consciente de esta realidad por eso estamos dando la voz de alerta”.
 
“A veces las personas vienen aquí creyendo que van a tener un trabajo seguro y bien pagado; en los países de origen los traficantes les ofrecen a las personas darles pasaporte, incluso les compran un boleto de avión y cuando vienen les quitan los documentos y los ponen en esclavitud y los amenazan de que si intentan escapar llamarán a Inmigración para que los detengan y deporten”, denunció la religiosa.
 
La ONU estima que en la actualidad  hay 27 millones de personas en el mundo que viven esclavizadas. Cada año son tratadas entre 600 mil y 800 mil víctimas, de las cuales un buen porcentaje de ellas son traídas al sur de California, especialmente a Los Ángeles y sus alrededores.
 

 

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