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¿Tenía razón Lutero? Sí, pero se equivocó

MARTIN LUTHER
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Javier Ordovás - publicado el 21/02/14
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Católicos y protestantes: puntos comunes y diferencias

“Tengo otras ovejas que no son de este redil, a esas también es necesario que las traiga y oirán mi voz y formarán un solo rebaño con un solo pastor” (Palabras de Jesús en Juan 10,16).

Los primeros cristianos comenzaron a vivir, practicar, evangelizar y, al mismo tiempo, crecían y se organizaban. Fueron definiendo y exponiendo de manera clara y formal la doctrina en la medida en que se encontraban críticas o dudas que reclamaban la seguridad de una definición para mantener una unidad doctrinal, que mantuviera su identidad de institución estable y fiel a la doctrina de Cristo.

Los distintos Concilios fueron convocados precisamente para definir puntos doctrinales y hacer frente a las discusiones suscitadas entre cristianos.

En los concilios también se trataban y dictaban normas de disciplina y organización. Los Concilios han trazado el caminar del Magisterio de la Iglesia.



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De forma admirable, en los primeros siglos (Concilio de Nicea, año 325) la Iglesia define en el credo:

“Creo en Una Iglesia, Santa, Católica y Apostólica”.

Cada uno de estos adjetivos (notas de la Iglesia) ha hecho correr miles de libros y, por desgracia, ríos de sangre.

Desintegración del cristianismo

Los Doce, incultos, “borrachos del Espíritu Santo” (H 2,14), pusieron los cimientos de esa Iglesia, mientras que ¡paradojas de la vida! los intelectuales, eruditos y líderes como Lutero, Zuinglio, Calvino, pusieron en marcha una estructura religiosa de desintegración, con miles de grupos dispersos por criterios nacionales, atomizados por espíritus locales y dependientes del liderazgo de cada pastor.

Han creado miles de rebaños fuera del redil: luteranos, calvinistas (reformados y presbiterianos), congregacionales, metodistas, anabaptistas, bautistas, pentecostales, adventistas, etc.

A todos ellos se les suele denominar evangélicos, aparte de los anglicanos, que tienen otro origen histórico.



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Inicios del protestantismo

Todos estos grupos, que  a su vez, se subdividen y fragmentan en  denominaciones, proceden de sus principales líderes del inicio: Martín Lutero, Ulrico Zuinglio, Juan Calvino y John Knox.

En sus inicios, estos fundadores protestantes contaron con un fuerte apoyo político de príncipes de la Europa de entonces, deseosos de debilitar la influencia de la Iglesia de Roma en el Occidente.

La Iglesia llevaba, por entonces, dieciséis siglos defendiendo la unidad; los protestantes llevan más de cuatro siglos generando su propia desunión.

Los protestantes, al no admitir más autoridad doctrinal que la Biblia, con la libre y personal interpretación de cada uno, no pueden establecer una unidad doctrinal.

Puntos comunes entre los protestantes

Entonces cada grupo, con su pastor o pastora, y su denominación tiene su propia doctrina. A pesar de ello hay una serie de puntos comunes entre ellos, que les distancia y separa de la Iglesia Católica,  que suelen resumir en los siguientes:

Sola scriptura”: la única fuente de autoridad para la doctrina está en la Biblia.

Sola fidei”: Solo mediante la fe en Cristo el hombre recibe la salvación gratuita.

Sola gratia”: el hombre recibe la salvación de parte de Dios de forma gratuita. El hombre no puede merecer o adquirir la salvación por sus propios medios.

Solus Cristus”: el único mediador o intercesor entre Dios y los hombres es Cristo: no aceptan la intercesión de los santos.

Soli Deo gloria”: solamente a Dios se puede dar gloria, adoración y veneración.

En el Concilio de Trento, con sus tres etapas (1545-1563) se abordaron esas afirmaciones de los protestantes. Y se han escrito desde entonces muchas páginas al respecto.



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Todo empezó con las indulgencias

Y todo esto empezó por un asunto en el que Lutero tenía razón pero, no supo darle el debido cauce: la explotación comercial de las indulgencias por parte del clero corrupto.

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En el mismo Concilio de Trento la Iglesia corrige esos abusos y marca la disciplina en ello y en otros muchos desórdenes de gran parte del clero de la época.

Desde dentro de la Iglesia muchos fieles estaban reclamando la reforma en ese punto y en otros muchos que el propio Lutero no combatió.

El problema del orgullo

El problema de Lutero y otros separados de la Iglesia, como el propio Enrique VIII o algunos de la llamada teología de la liberación, y otros muchos más, sencillamente es la exagerada autoestima de la propia opinión y amor propio, el orgullo frecuente en los intelectuales, que por no dar el brazo a torcer se ven obligados a intentar desarrollar coherentemente su error inicial hasta el final.

Calvino termina por considerarse el único intérprete autorizado de la Biblia y creando su propia Ciudad Estado teocrático en Ginebra.

Enrique VIII, que comenzó como un buen católico, incluso escribiendo un catecismo, realiza un cisma cuando la Iglesia no puede consentirle ni aprobarle más caprichos matrimoniales.


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Un cristiano también puede purificar (unido a Cristo)

Una cosa es denunciar los abusos de las indulgencias y otra negar que un cristiano pueda purgar, expiar y purificar por sus propios pecados y por los ajenos.

Cristo, con su vida, pasión y muerte, rescató, purgó y expió por nuestros pecados: los cristianos, nos unimos a Él cuando le imitamos en eso y nos unimos a su redención.

A partir de ahí, Lutero tiene que negar la posibilidad de que el hombre pueda hacer acciones meritorias y después y, por tanto, que sólo la fe y sólo la gracia pueden salvarnos.

Está negando la libertad y la responsabilidad humanas. Llegan hasta una especie de determinismo paternalista o, al revés, a un paternalismo determinista, como quieras llamarlo.

Finalmente, cada pastor protestante y cada fiel evangélico se convierte en un intérprete autónomo de la Biblia.

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