El sacramento de la Confirmación permite acoger al Espíritu Santo en el corazón y recibir sus siete dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
En la catequesis de la audiencia general en el Vaticano el 29 de enero de 2014, el Papa habló ampliamente de este sacramento, explicando que a través del Espíritu Santo viene Cristo y nos moldea a su imagen para que podamos amar como Él:
“Cuando acogemos al Espíritu Santo en nuestros corazones, y lo dejamos actuar, Cristo se hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida; a través de nosotros, será Él -oigan bien esto, ¿eh?-, a través de nosotros será el mismo Cristo quien orará, perdonará, infundirá esperanza y consuelo, servirá a los hermanos, estará cerca de los necesitados y de los últimos, creará comunión y sembrará la paz”.
Los sacramentos de iniciación cristiana
La palabra “Confirmación” significa “unción”: a través del óleo la persona que lo recibe es formada, en el poder del Espíritu, según Jesucristo, el único verdadero “ungido”.
El Catecismo de la Iglesia Católica detalla que este sacramento confiere un crecimiento de la gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; completa nuestro vínculo con la Iglesia; nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de su cruz.
La Confirmación debe entenderse en continuidad con el Bautismo, al que está vinculada inseparablemente. Estos dos sacramentos, junto con la Eucaristía, constituyen la llamada “iniciación cristiana”, en la que la persona es insertada en Cristo Jesús, muerto y resucitado, y se convierte en nueva criatura y miembro de la Iglesia.
Por eso, originariamente, estos tres sacramentos se celebraban en un solo momento, al final del camino catecumenal, generalmente en la Vigilia Pascual.
“La Confirmación, como todo sacramento, no es obra de los hombres, sino de Dios, que cuida de nuestras vidas para moldearnos a la imagen de su Hijo, para que podamos amar como Él. Y hace esto infundiendo en nosotros su Espíritu Santo, cuya acción impregna a toda la persona y durante toda la vida”.