La actriz española Isabel Ordaz encarnó a la santa andariega en “Teresa Teresa”, de Rafael GordonJugosa en su decir, le colorean las palabras en la boca, porque desde niña procuraba “ser precisa con las expresiones”. La famosa de series televisivas denuncia y se entristece por el deterioro actual del teatro y de la cultura, “que nos incumbe a todos”, debido a la “insensibilidad institucional y por unos empresarios que están especulando”.
En su trayectoria, ha tenido que “batirse el cobre con personajes, como la reina Isabel, que han requerido de ella “tonos dramáticos bastante altos”. Auna actuación y escritura en la misma vocación de narrar historias, y lo ejemplifica en los relatos de Despedidas, que ha publicado recientemente con Huerga y Fierro Editores.
-Tu obra de relatos cortos se llama Despedidas, ¿de quién?
De personajes de mi pasado o imaginarios de los que tenía sensación de conclusión de cada uno de ellos.
-¿Cómo definirías tu niñez, trascurrida en el barrio de…?
¡Nací en El Rastro, en el Foro Foro! Mi barrio era alegre, sensual, colorista, de muchas sensaciones (olores, sabores…). Los niños jugábamos mucho en la calle sin peligro a que nos raptaran. Mi familia era de clase obrera, con pocos recursos, lo que me creaba cierto estigma de clase. Excepto una comunidad gitana de alto poder adquisitivo (anticuarios, gente relacionada con el flamenco…), con la que convivíamos pacíficamente, y pequeños artesanos y comerciantes, el resto era gente obrera.
-De pequeña, ¿ya “actuabas” para que no te cayeran las broncas?
¡Yo bailaba. Nací bailando! Tuve una necesidad de expresarme desde muy pequeña. Usaba continuamente las palabras y mis amiguitas se burlaban de mí. Decían que era cursi, porque trataba de ser precisa con las expresiones. Creo que lo hacía por hacerme más importante: si yo hablaba bien, creía que pertenecía a una clase social más selecta.
-Tu carrera comenzó con un corto después de la veintena.
Antes comencé a estudiar arte dramático porque me lo propuso una amiga argentina. Yo tenía la necesidad de expresarme, porque mi personalidad era claramente dramática, producto de la confluencia de una serie de factores. A pesar de que siempre me interesó mucho la literatura, en el teatro hay un componente físico que no tiene la escritura.
Me pilló una generación muy interesante, la de la Transición, en la que vinieron muchos argentinos y se abrieron un sinfín de escuelas de teatro, dando lugar a una formación más técnica que anteriormente no existía.
-En alguna entrevista, has dicho que algunos de tus papeles para televisión te recordaban a mujeres sumisas de tu familia.
Mi producción en televisión es mínima comparada con cine y teatro, aunque es verdad que mis personajes han tenido mucha repercusión. En teatro, he hecho grandísimos papeles que no tienen nada que ver con los de televisión.
Abordé el maltrato, un tema doloroso y más complejo de lo que cree la gente, porque hice una obra de Dulce Chacón, dirigida por Eduardo Vasco, hasta hace poco director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que se llamaba Algún amor que no mate. Era un soliloquio de una mujer en el que desdoblaban su personaje. Éramos dos actrices: la parte romántica y la trágica. Fue un montaje maravilloso, enfocado exquisitamente, que quedó dentro de la memoria colectiva de quien la vio. Estuvimos un año de gira.
-Has hablado de luces y sombras en tu profesión, ¿Cuáles son las sombras negras, negrísimas?
Negras, negrísimas; no. Me considero una actriz muy afortunada porque he tenido continuidad. En esta profesión, tienes que ser muy empática, lo cual me interesa muchísimo porque a todos nos hace mejores personas y más tolerantes. En cuanto a las sombras, los problemas que aquejan actualmente a esta profesión son el mercantilismo, la falta de oportunidades, el desprecio por parte de las entidades institucionales y económicas que deberían prestar más atención a la cultura: la cultura nos incumbe a todos.
-En esta línea que describes, ¿qué actuaciones últimas no te gustan?
Me considero una persona ideológicamente independiente. Soy ciudadana e intento crear un poco de belleza. A partir de aquí, no estoy de acuerdo con la aplicación de ciertas medidas por parte del Gobierno, por ejemplo, el 21 por ciento de IVA, a una taquilla de teatro que está depauperada, que afecta a unos profesionales que han creado un tejido teatral muy hermoso a lo largo y ancho del territorio nacional. Cuando empecé, todo era casposo y se ha ido construyendo una tercera vía entre los profesionales, las instituciones y el público que ha sido una auténtica historia de amor.
Actualmente todo esto se está destruyendo. Da mucha pena. Hay una serie de empresarios que se están haciendo eco del desdén institucional por la cultura y están especulando; eso se llama usura. Si el teatro es privado, te piden casi que pagues por actuar. Me ha pasado recientemente con la gira de Lúcido, de Rafael Spregelburd, que tal vez cierre el Festival de Teatro Iberoamericano. La gente no tiene para pagar 30 ó 40 euros, lo pagan aquí en los musicales, pero no en Palencia, Zamora… Otra cosa es hacer el Club de la Comedia para el que tienes todo el soporte mediático. Pero ¿qué hacemos actualmente con Bécquer, Ibsen, Buero Vallejo, Strinberg, Lorca…? ¿Los enterramos? Es un tema muy serio, no por nosotros, los profesionales, sino por el ciudadano: es nuestra cultura, todo el repertorio europeo nos configura: la liberación de la mujer, los derechos civiles…
-Con Rafael Gordon, interpretaste a santa Teresa, ¿qué tienes en común con la abulense universal?
Me gustaría tener mucho. Soy muy amiga de ella. Es una de las grandes escritoras de nuestro país. Un hombre muy sabio dijo que el castellano estaba hecho con Cervantes y en Teresa vemos como se amasa. Las fundaciones es un libro de viajes maravilloso. Es una mujer de una coherencia, coraje y espiritualidad increíbles; un paradigma.
-¿Y con la reina Isabel a la que también llevaste a la pantalla con “Isabel de Castilla”, dirigida también por Rafael Gordon?
Dramáticamente, es un personaje mucho más interesante y rico. Como actriz, aprendí mucho haciendo el papel. Me enseñó algunas claves de la tragedia y tuve que “batirme el cobre” con ella en tonos dramáticos bastante altos. Es uno de los guiones, literariamente hablando, más completos y más ricos de Rafael Gordon. Y tiene bastantes.
–De entre los papeles que has hecho, ¿a cuál y por qué has amado más?
Soy como las madres, aunque no lo sea biológicamente, los quiero a todos. Tengo una relación de encarnación con mis personajes, algunos de ellos cumbres: uno de ellos, la reina Isabel, rebosante de carne dramática, una mujer que en su época lo fue todo: madre, política, estadista… ;Teresa me dio mucho mundo interior y me enriqueció literariamente; otro fue Cati, que aparece en una de las obras de Joe Orton, un hombre muy provocador que se zambullía en psicologías muy profundas de la condición humana; el personaje que hago ahora en Lúcido, cuya autor, Rafael Spregelburd, está siendo aclamado y reclamado en toda Europa, a quien lo mismo le interesa la Cábala que la Cuántica.
-A quemarropa, dime tres actores o actrices que te impresionen
Bette Davis, Meryl Streep, José Luis López Vázquez, Verónica Forqué, Nuria Espert…
-Te consideras actriz de teatro, por encima de cine y televisión, ¿eres ahora más escritora que comedianta?
Los escritores también son comediantes. Yo me considero narradora, porque creo que los actores narramos en el escenario, evidentemente con otras armas que la escritura, pero en el fondo es lo mismo: cuentas historias, es el “Érase una vez…”.
-¿Cómo se compaginan tantos personajes dentro de uno mismo?
Es un oficio que parte de la curiosidad de comunicarse con otros. De José Jiménez Lozano, al cual considero amigo, adapté su novela El mudejarillo (es un sabio que lo mismo hace ensayo que poesía. Hizo un estudio de los más ricos sobre la mística sanjuanista) y un día le pregunté: “Cómo se escribe”; y él, así como muy a la pata la llana, siendo un auténtico Sócrates, dijo: “¡Pues, escribiendo!”. Igual si eres actriz: actuando.
Escribir me serena, me hace revivir; parece que vives dos veces porque te da una segunda oportunidad de vivir las cosas.
-¿En qué proyectos andas actualmente azacanada?
Estoy volcada con la gira de Lúcido. Estudio latín y quiero hacer también Literatura, preparo el acceso a la Universidad para mayores de 45 años. En cuanto a proyectos cinematográficos, creo que planifica algo Rafael Gordon. Es un hombre sabio y se toma todo el tiempo del mundo. Hay algún otro proyecto de cine que me apetece mucho, pero aún no está concretado.