La sociedad y la cultura occidental están en crisis, nos damos cuenta que la “máquina” no funciona y no tenemos otra de repuesto
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En su visita a Cerdeña, el Papa Francisco no ha querido desaprovechar la ocasión de hablar en la sede de la Facultad teológica regional de Cágliari, gestionada por los sacerdotes jesuitas. El Papa nos ofreció una visión de mundo en que vivimos y el papel que la Universidad puede y debe tomar. Se trata de encontrar caminos de esperanza. Caminos que abran nuevos horizontes a nuestra sociedad y la Universidad es una institución privilegiada para inducir a la búsqueda estos caminos dentro de una sociedad adormilada, deprimida y desafectada.
Frente a esta realidad, ¿cuáles son las reacciones? Volvamos a los dos discípulos de Emaus: decepcionados ante la muerte de Jesús, se muestran resignados y tratan de escapar de la realidad, dejan Jerusalén. Las mismas actitudes las podemos leer también en este momento histórico. Frente a la crisis puede existir la resignación, el pesimismo hacia toda posibilidad de intervención eficaz… Nosotros tenemos la tentación de pensar en clave apocalíptica. Esta concepción pesimista de la libertad humana y de los procesos históricos lleva a una especie de parálisis de la inteligencia y de la voluntad. La desilusión lleva también a una especie de fuga, a buscar “islas” o momentos de tregua. Es algo semejante a la actitud de Pilato, el “lavarse las manos”. Una actitud que parece “pragmática” pero que, de hecho, ignora el grito de justicia, de humanidad y de responsabilidad social y lleva al individualismo, a la hipocresía, e incluso a una especie de cinismo. Esta es la tentación que nosotros tenemos por delante, si vamos por este camino de la desilusión o de la decepción.
La sociedad y la cultura occidental están en crisis. Quienes la integramos, nos damos cuenta que la “máquina” no funciona y no tenemos otra de repuesto. ¿Qué podemos hacer? Como dice el Santo Padre, lo más fácil es evadirnos, escapar del barco que se hunde o si no tenemos fuerzas para ello, adormilar nuestra conciencia a la espera del trágico momento final. ¿Es esta una actitud cristiana? ¿Dónde ha quedado nuestra esperanza?
Cristo salió al paso de los discípulos de Emaus y trasformó la tragedia en euforia y triunfo. Eso si, un triunfo que sólo los que habían tenido contacto con Cristo, comprendían y evidenciaban.
¿Cómo puede ayudar la Universidad a que esta situación cambie? El Papa nos señala cuatro aspectos fundamentales, de los que entresaco las ideas más importantes:
La Universidad como lugar del discernimiento. Es importante leer la realidad, mirándola a la cara. Las lecturas ideológicas o parciales no sirven, alimentan sólo la ilusión y la desilusión. Leer la realidad, pero también vivir esta realidad, sin temores, sin fugas y sin catastrofismos. Toda crisis, también la actual, es un pasaje, el dolor de un parto que comporta fatiga, dificultad, sufrimiento, pero que lleva en sí el horizonte de la vida, de una renovación, lleva la fuerza de la esperanza.
Discernir es comprender, diferenciar y llevar hasta nosotros aquello que sinceramente hemos conocido, para hacerlo nuestro. Los catastrofismos tienen mucho que ver con la desesperanza de una sociedad que no da más de sí. La razón es evidente: ha olvidado a Dios y se postula como autosuficiente.
La Universidad como lugar de “sabiduría” tiene una función muy importante en el formar al discernimiento para alimentar la esperanza. Cuando el viandante desconocido, que es Jesús Resucitado, se acerca a los dos discípulos de Emaus, tristes y desconsolados, no trata de esconder la realidad de la Crucifixión, de la aparente derrota que ha provocado su crisis, al contrario los invita a leer la realidad para guiarlos a la luz de su Resurrección: “Insensatos y tardos de corazón… ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?” (Lc 24, 25-26). Hacer discernimiento significa no huir, sino leer seriamente, sin prejuicios, la realidad.
¿Sabiduría? El Espíritu Santo es quien nos da ese maravilloso don. En muchas universidades se sigue cantando en “Veni Creator Spiritus” en el inicio de curso. En otras se ha elegido cantar “Gaudeamus Igitur”, un canto proveniente de las tavernas universitarias de la edad media. Sólo el Espíritu Santo nos puede llevar a la Verdad. Verdad que conlleva sabiduría y sentido. Si no nos dejamos guiar por la sabiduría, nos guiarán los prejuicios y las ideologías.
Otro elemento: la Universidad como lugar en el que se elabora la cultura de la proximidad, cultura de la proximidad. Ésta es una propuesta: cultura de la cercanía. El aislamiento y la cerrazón en sí mismos o en los propios intereses jamás son la vía para volver a dar esperanza y efectuar una renovación, sino que es la cercanía, es la cultura del encuentro… Jamás tengan miedo del encuentro, del diálogo, de la confrontación, incluso entre Universidades. A todos los niveles. Aquí estamos en la sede de la Facultad Teológica: permítanme decirles: no tengan temor de abrirse también a los horizontes de la trascendencia, al encuentro con Cristo o de profundizar la relación con Él. La fe jamás reduce el espacio de la razón, sino que lo abre a una visión integral del hombre y de la realidad, y defender del peligro de reducir al hombre a “material humano”.
¿Dónde encontramos a Cristo? Si releemos los Evangelios, nos lo dice claramente: cuando dos o tres se reúnen en mi Nombre, yo estoy en medio de ellos. El encuentro entre personas, ideas, propuestas, nos lleva a dialogar y a aprender. Si aprendemos, unidos entre nosotros y unidos a Cristo, nos daremos cuenta de que la Esperanza surge de donde sólo había desolación. Pero, como dice el Papa, es necesario dejar espacio para la trascendencia y la dignidad del ser humano.
Un último elemento: la Universidad como lugar de formación de la solidaridad. La palabra solidaridad no pertenece sólo al vocabulario cristiano, es una palabra fundamental del vocabulario humano. Como dije hoy, es una palabra que en esta crisis corre el riesgo de ser borrada del diccionario. El discernimiento de la realidad, asumiendo el momento de crisis, la promoción de una cultura del encuentro y del diálogo, orientan hacia la solidaridad, como elemento fundamental para una renovación de nuestras sociedades. El encuentro, el diálogo entre Jesús y los dos discípulos de Emaus, que vuelve a encender la esperanza y renueva el camino de su vida, lleva a la participación: lo reconocieron en el partir el pan. Es el signo de la Eucaristía…
Para cerrar estas cuatro ideas, la solidaridad se presenta como resumen de las tres ideas anteriores. Si vivimos para nosotros mismos, no tenemos opciones de conformar comunidades y fraternidades. La comunión es el fundamento del ser humano, ya que es un ser social que nace para compartirse con los demás. Nadie nace para vivir desafectado de quienes tiene a su lado, ya que tendría una vida sin sentido y sobre todo, tremendamente triste. La solidaridad quizás es el primer paso que podemos dar hacia la caridad. Caridad y misericordia, que hacen trascendentes nuestras acciones humanitarias y nos dan sentido por encima de nosotros mismos y de la sociedad en que vivimos.
Este discurso daría para decenas de reflexiones adicionales, pero creo que con estas breves líneas ya tenemos para pensar un rato.