El presidente de los intelectuales musulmanes italianos cree que Occidente debe olvidar sus propios “clichés”Las religiones pueden jugar un papel muy activo y muy importante también en la acción diplomática necesaria para la resolución de conflictos, especialmente donde la composición étnica y religiosa de la población es tan compleja como en Oriente Medio. De esto está convencido Ahmad Gianpiero Vincenzo, docente de sociología en Catania y presidente de la Asociación de los intelectuales musulmanes en Italia que Aleteia ha entrevistado a propósito del esfuerzo común por la paz en Siria, llamamiento que hizo el Papa Francisco con la vigilia del 7 de septiembre.
– ¿Cómo han acogido las comunidades islámicas la invitación del Papa Francisco a unirse a la oración por la paz?
Bien, porque es una invitación que se encuentra con la sensibilidad islámica. Cuando las relaciones ya se han degenerado y se ha agotado la perspectiva humana de resolución de los problemas, la oración y el ayuno se convierten en un “arma” para abrir la reflexión a una perspectiva distinta.
– El ayuno es una práctica común del cristianismo y del islamismo ¿Cómo puede ayudar en la búsqueda de la paz?
Las tradiciones religiosas del cristianismo y del islamismo son más cercanas de lo que se cree al afirmarse en una postura de desencuentro. De hecho, se considera que somos dos ramas de la misma cepa. El mes de ayuno del Ramadán que concluimos hace poco es uno de los pilares del Islam, en el que la dimensión material de la privación de lo necesario abre a la espiritual que lleva a un punto de vista distinto sobre las cosas. Se puede comparar con una enfermedad: una persona enferma reflexiona de manera distinta sobre la vida, se da cuenta de la relatividad de algunos aspectos que antes no tenían mucha importancia. El ayuno, en este sentido, puede ayudar a entender mejor las consecuencias de un conflicto y de la importancia de la paz.
– ¿No hay suficiente conciencia sobre las consecuencias de una intervención militar en Siria?
Basta mirar los precedentes: en Irak hay 100 muertos al día. Los occidentales se resisten a entender que en los países pueda haber equilibrios distintos. La mayor parte de las personas considera que para resolver la crisis siria basta que Bashar Assad dimita y se organicen elecciones democráticas. ¿Y si no fuese así? Hay territorios que tienen características étnicas tales que si no se consigue un acuerdo entre las comunidades, no se va a ninguna parte. El 15% de la población siria es alawita, una comunidad muy distinta del resto de comunidades musulmanas. Ellos no pueden aceptar que Assad dimita porque él es el garante de su seguridad. Hemos visto lo que sucedió en Irak entre los chiíes y los sunitas y no hemos aprendido nada. El derecho islámico es distinto del occidental y exige encontrar un equilibrio entre las comunidades: la salvaguarda de las minorías es el fundamento del Estado.
– ¿Cómo sucede en Líbano?
Es exactamente así, cada vez que se rompe el equilibrio entre las comunidades el país está a punto de entrar en la guerra civil mientras que cuando lo conserva es un modelo de orden institucional avanzado en Oriente Medio. También en Israel hay un derecho confesional basado en el equilibrio entre las comunidades. No se trata de un armisticio de guerra, que es algo distinto, sino de un equilibrio que se proyecta sobre la sociedad civil trámite también la representación en el Parlamento. Es lo que no se ha conseguido hacer en Irak, y tampoco en Afganistán.
– ¿Por qué la acción diplomática empleada en la crisis siria no es eficaz?
Las relaciones diplomáticas están marcadas todavía por una lógica de guerra fría: la respuesta en caso de crisis son las sanciones económicas. La oposición ya no es entre guerra y paz, sino entre guerra fría y armada. Es necesaria una acción diplomática distinta. Al final de las jornadas del encuentro islamo-cristianas del 2009 en el Vaticano se propuso un comité interreligioso por la paz que estuviese integrado en la acción diplomática. Es una idea que podría retomarse. Si se entiende la diplomacia como la búsqueda de la paz, la dimensión religiosa podría jugar un papel fundamental sobre todo en las áreas donde hay una presencia compleja de comunidades étnicas y religiosas. En el fondo es lo mismo que pide el Papa Francisco cuando habla de soluciones alternativas a la guerra y cuando nos invita a rezar todos unidos.
– El documento entregado a los embajadores de la Santa Sede ofrece ya los criterios para el post-conflicto como el respeto de las minorías y la integridad del territorio…
Es correcto. La subdivisión del territorio entre las comunidades significa proyectar en el espacio las divisiones pero si las tensiones no se resuelven vuelven a explotar. También sobre esto tenemos muchos ejemplos de fracaso como en Grecia y en Pakistán. Gandhi se opuso hasta la muerte a la división entre India y Pakistán, entre hindúes y musulmanes, porque entendió que el país tendría mayor estabilidad su las divisiones se hacían en el interior del estado que no sobre el territorio y ya vimos como terminó. Si tenemos la prueba del enraizamiento de conflictos que duran desde hace décadas ¿cómo se puede pensar en recurrir a estas soluciones? Un comité interreligioso podría trabajar sobre estos planes.
– ¿La iniciativa del Papa Francisco puede influir en el estado de las cosas?
El Vaticano tiene una gran credibilidad pero sería necesario un importante cambio de mentalidad. Un mundo cada vez más materialista debería aceptar que el Vaticano, y en general las religiones, tiene un peso en la historia que sin embargo la cultura está empeñada en eliminar del tiempo. Sería necesario redefinir la jerarquía de valores en un mundo que le da el primer lugar a la economía. Sería estupendo que la dimensión espiritual y religiosa pudiera prevalecer sobre los intereses económicos: significaría afirmar que el dinero no lo es todo. Esperemos, en cualquier caso, que la petición de paz del Papa Francisco sea tomada en serio.