Cuatro personas fallecieron y otras ocho resultaron heridas en un atentado perpetrado este jueves 27 de junio junto a la catedral ortodoxa de Damasco, en uno de los pocos barrios de mayoría cristiana de la capital siria.
Un supuesto terrorista suicida hizo estallar la carga explosiva que llevaba en medio de un grupo de personas que estaban recibiendo servicios médicos de caridad, según la agencia árabe siria de noticia Sana.
El atentado destruyó la oficina de la organización caritativa al-Ihsan y causó graves daños materiales en la zona.
La catedral afectada, una de las más antiguas del mundo, es la sede de la Iglesia griega ortodoxa de Antioquía y se encuentra en el casco antiguo de Damasco, que tiene unos cuatro mil años de historia.
Sólo cuatro días antes de este atentado, el sacerdote sirio François Murad fue asesinado en el convento de la Custodia de Tierra Santa, en Gassanieh, en el norte de Siria, donde se había refugiado.
Este monasterio fue atacado por militantes vinculados al grupo yihadista Jahbat al-Nusra, según fuentes locales citadas por la agencia vaticana Fides.
El padre François, de 49 años, había dado los primeros pasos en la vida religiosa con los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, y con ellos continuaba compartiendo estrechos vínculos de amistad espiritual.
Tras su ordenación sacerdotal en el pueblo de Ghassanieh, había comenzado la construcción de un monasterio cenobítico dedicado a San Simón Estilita, en el seno de la Iglesia siro-católica.
Pero durante la guerra civil que sufre Siria, el monasterio de San Simón fue bombardeado y el sacerdote asesinado se trasladó al convento de la Custodia por razones de seguridad y para apoyar a los pocos que quedaban, junto con otro sacerdote y las religiosas del Rosario.
El arzobispo titular de la archieparquía sirio-católica de Hassaké-Nisibis, monseñor Jacques Behnan Hindo, explicó que en los últimos tiempos, el padre Murad le había enviado algunos mensajes en los que se mostraba consciente de vivir una situación peligrosa y ofrecía su vida por la paz en Siria y en todo el mundo.
“Toda la historia de los cristianos en Oriente Medio está marcada y fecundada por la sangre de los mártires de muchas persecuciones”, destacó el arzobispo.
Por su parte, el custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa, pidió oraciones “para que esta guerra absurda y vergonzosa termine pronto y el pueblo de Siria pueda volver a la normalidad”.
El comité mixto islámico-católico ha condenado enérgicamente la violencia en Siria y ha pedido esfuerzos a las organizaciones regionales e internacionales para detener el derramamiento de sangre. Tras su último encuentro, celebrado en Roma los pasados 18 y 19 de junio, el grupo destacó la responsabilidad común de los creyentes para proteger a las personas vulnerables.