Puede resultar difícil entender al Espíritu Santo, y presentárselo a los niños. Aquí algunas ideas que pueden ayudar.
1. Creemos en un único Dios, constituido por tres Personas Divinas
No es fácil entender que un único Dios pueda ser tres Personas divinas. Obviamente Dios no es una criatura como nosotros, y por esto nunca podremos comprender la plenitud de su ser.
Él, de todas maneras, nos ha revelado que siendo un único Dios, también es Dios Padre, Dios Hijo (Jesucristo) y Dios Espíritu Santo.
¿Habéis visto un trébol alguna vez? San Patricio usaba el ejemplo del trébol para hablar de la Trinidad: como este que en una sola planta tiene tres hojas, así hay un único Dios, pero con tres Personas.
Esta imagen es útil también para aprender más sobre la Trinidad. Se verá que el Padre, Hijo y Espíritu Santo son todos Dios, pero que el Padre es distinto del Hijo, que a su vez es distinto del Espíritu Santo.
2. El Espíritu Santo deriva del amor del Padre y del Hijo
El Espíritu Santo es una Persona de gran importancia en la Trinidad. Cada domingo, en Misa, recitamos las palabras del Credo: “Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo”.
¿Qué significa “procede"? En el Credo quiere decir que el Espíritu Santo deriva del amor del Padre y del Hijo. Él es el amor que existe entre el Padre y el Hijo.
Piensen en sus padres. Su madre ama a su padre, y su padre ama a su madre. Podrán decir que están “enamorados”. Hay amor entre ellos, y de este amor derivan muchas cosas grandes ¡Incluyéndolos a ustedes!
Del mismo modo, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, y como todo amor que existe entre dos personas el Espíritu Santo ha sido enviado para ayudarnos a nosotros en la Tierra.
3. El Espíritu Santo tiene un papel especial en la historia porque ha sido enviado para ser nuestra guía
¿Recuerdan cualquier ejemplo en la Biblia que muestra el modo en el que el Espíritu Santo realiza su misión como Persona de la Trinidad enviada para ayudarnos?
En el Antiguo Testamento:
El Espíritu Santo ha inspirado a los escritores humanos del Antiguo Testamento para que este fuese verdaderamente Palabra de Dios.
Ha dado a los profetas las palabras con las que predicar al Pueblo de Israel. Como afirma san Pedro, “porque ninguna profecía ha sido anunciada por voluntad humana, sino que los hombres han hablado de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2Pe 1, 21).
Cuando Moisés hizo salir a los israelitas de la esclavitud de Egipto, estaban guiados por el Espíritu Santo. En el Éxodo se lee:
En el Nuevo Testamento:
Antes de que Jesús volviese al Cielo en su Ascensión, dijo a los discípulos que el Espíritu Santo se quedaría con ellos (¡y con nosotros!):
En Pentescostés, que es el cumpleaños de la Iglesia, el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles en la forma de lenguas de fuego, y ellos, de repente, fueron capaces de hablar en lenguas que antes no conocían.
San Pedro dijo a todos los reunidos el día de Pentecostés que el Espíritu Santo había llegado a la Iglesia:
4. En la Confirmación se reciben los dones del Espíritu Santo; ¡él estará con nosotros para ayudarnos durante toda nuestra vida!
Como hizo con la Iglesia en la Biblia, el Espíritu Santo está con la Iglesia también hoy para guiarnos y confortarnos a través de muchos dones.
Los siete dones principales que nos ofrece el Espíritu Santo son la ciencia, la sabiduría, la inteligencia, el consejo, la fortaleza, la piedad y el temor de Dios. Tenemos la bendición de poder rezar al Espíritu Santo para pedirle estos dones mientras intentamos llevar una vida santa.
Cuando recibimos el sacramento de la Confirmación, estamos bendecidos por el Espíritu Santo de forma especial.
El Catecismo de Baltimore enseña que la Confirmación “es un sacramento a través el cual recibimos el Espíritu Santo para convertirnos en cristianos fuertes y perfectos y soldados de Jesús" (nº 678).
5. El Espíritu Santo, por tanto, nos ha sido enviado del Dios Padre y de Dios Hijo para que esté con nosotros mientras tratamos de resistir las tentaciones y practicamos las virtudes
Podemos contar con él para recibir los dones espirituales que necesitamos para perseverar, y podemos rezarle muchas veces al día, diciendo simplemente: “¡Ven, Espíritu Santo!”.