En la noche del domingo 5 al lunes 6 de febrero se produjo un potente terremoto de magnitud 7,8, cuyo epicentro se encuentra en el sur de Turquía. Los temblores fueron tan violentos que también afectaron a la vecina Siria (Alepo en el norte, Hama en el centro y Tartous en el lado mediterráneo), y se sintieron en lugares tan lejanos como Líbano y Chipre.
Los daños humanos y materiales causados por este terremoto de una magnitud sin precedentes son sumamente significativos: un balance provisional da cuenta de 912 muertos en Turquía y 592 en Siria. El presidente turco Erdogan anunció cerca de 5.400 heridos en Turquía. Muchas personas siguen bajo los escombros.
“Alrededor de las 4 a.m. sentimos que el edificio se tambaleaba, la cama se movió de repente. Salimos a toda prisa, todo el mundo estaba fuera en estado de pánico”, explica Vincent Gelot, director de L’Œuvre d’Orient Liban, que reside con su familia en Beirut en Aleteia. No se observó colapso. Por otro lado, “Siria está brutalmente afectada”.
“En Alepo, un niño pequeño y su madre, ambos cristianos, murieron. Un sacerdote melquita, el padre Imad Daher, sigue desaparecido bajo los escombros de su edificio”, continúa. El destino parece estar golpeando a este país ya muy golpeado por una crisis humanitaria.
“Actualmente, 300 personas se están refugiando en la Catedral de Alepo”, dice Vincent Gelot. “Hay que añadir a eso que los sirios no tienen electricidad ni calefacción, y la temperatura es de -3 grados centígrados en este momento. Es realmente el destino lo que persiste. »